Miguel Bataller. Ciudadano del Mundo y Jubilado.
En una España en la que les hemos dado cabida a 10.000 aforados de una manera inconcebible e irracional, si la comparamos con el resto de los países de nuestro entorno europeo occidental, resulta que parecemos resistirnos al 10.001.
Su Majestad el Rey D. Juan Carlos I durante el ejercicio de sus funciones no disfrutaba de la condición de aforado, porque no la necesitaba.
Simplemente en razón de su cargo, disponía del blindaje judicial que su soberanía tenía concedida constitucionalmente.
Sus actos o decisiones hasta el momento de hacerse ejecutiva su abdicación, han carecido siempre de responsabilidad penal por eso motivo, y esa condición no la tenía en función de su persona individual, sino del cargo que ostentaba.
A partir de disfrutar de la misma situación su hijo nuestro futuro Rey D. Felipe VI, dejará de disfrutar de esa inviolabilidad jurídica su padre.
Se está buscando una formula jurídica para evitar que quien ha sido durante casi cuarenta años nuestro Rey, no pueda ser imputado o perseguido con la misma insensatez y por los mismos motivos nimios, con los que hoy se imputa y persigue a cualquier político de cualquier signo por sus opositores, o a cualquier ciudadano por quienes le detestan por las razones que sean.
Las razones para tener 10.000 aforados en España, sólo son capaces de explicarlas y entenderlas aquellos que legislando han llegado a ese punto de esquizofrenia.
En Europa, hay bastantes países, sin un solo aforado.
Algunos sólo le conceden ese privilegio al Presidente de la Republica.
Unos pocos a todo su Gobierno, llegando a un máximo de 21 aforados.
En España 10.000
¿Qué significa estar aforado?
De ningún modo quiere decir que no esté sujeto a la Justicia.
Simplemente significa que solamente les pueden juzgar en el Tribunal Supremo.
¿Quiénes suelen nombrar a los Jueces de los Tribunales Supremos de Justicia?
Si no estoy muy confundido los nombran por consenso y proporcionalmente a su representación parlamentaria en cada uno de los Parlamentos, los representantes de los partidos políticos elegidos por la ciudadanía.
Por lo que llegando a cerrar la cuadratura de ese circulo, resulta que en definitiva los políticos se aforan a si mismos, para poder ser juzgados por aquellos jueces que ellos mismos han elegido, para formar parte del Tribunal que les ha de juzgar.
¿Entienden la perversidad del sistema?
Por eso nos resulta incomprensible que en una sociedad donde la corrupción política es tan evidente desde hace bastantes años, sea tan infrecuente ver a políticos o cargos públicos juzgados y condenados.
Se ha creado un corporativismo de blindajes, por el que unos no muerden la mano de aquellos que les facilitaron un cargo muy bien remunerado, y otros disponen de una impunidad que sin ser formal ni legal, se convierte en una impunidad de hecho.
Y sin embargo ahora oímos mil voces en contra de que el Rey una vez haya abdicado, sea aforado.
Ninguno de los aforados puede presentar mejores argumentos que D. Juan Carlos I, ya que ninguno de los Jueces del Tribunal Supremo tiene que agradecerle al monarca su nombramiento.
Y la verdad es que cuando ya tenemos diez mil aforados, ¿qué más da tener uno mas, si con ellos se puede evitar que cualquiera pueda llevar al Rey a cualquier juzgado por un “quítame allá esas pajas”, simplemente por haber sido lo que ha sido?
Hagamos todo un ejercicio de lógica, y busquemos la forma de procurarle a quien tan bien ha ejercido su labor de vigilante y garante de nuestra democracia durante cuarenta años, una vejez en paz y tranquilidad, hasta el momento de su adiós.