La asociación cultural revive, un año más, las últimas horas de Jesús de Nazaret en las calles del municipio transformadas en el escenario del Calvario y la Crucifixión
Más de 50 horas separan, en coche, Borriol de Jerusalén. Anoche, más de 200 actores acortaron esa distancia hasta hacerla casi desaparecer durante la escenificación de la Pasión de Jesús. Cerca de 20.000 espectadores ‘tomaron’ las calles de un municipio que apenas supera los 5.000 habitantes para disfrutar de una representación que está declarada Fiesta de Interés Turístico Provincial desde 2015.
El Jueves Santo de Borriol volvió a ser el fruto de un minucioso trabajo de decenas de personas que cada año viven al detalle la transformación de un municipio de la Plana Alta del siglo XXI en la Jerusalén de hace más de dos mil años. El realismo, la indumentaria, la música, la profesionalidad en la teatralización y una obra que nunca es la misma condujeron a los miles de visitantes hacia el Via Crucis que rememoran los católicos en estas fechas.
La plaza de la Font como escenario de Jesús ante Pilatos y la de la Torre para el encuentro con Herodes, la calle Atzavara ambientada para la oración en el Huerto o la misma subida del Calvario para la Crucifixión y el Descendimiento. Nada quedó al detalle en una noche de temperatura templada que empezó con un viento que agitaba túnicas y antorchas para dar paso a una noche serena y tranquila en la recreación de las últimas horas de Jesús.
Basada en el Evangelio de San Juan, los 12 actos repartidos en cinco escenarios rememoraron la Pasión que hoy marca al peregrino –con permiso de la guerra- que recorre la Vía Dolorosa de Jerusalén hasta la iglesia del Santo Sepulcro. De aquellos montes de Judea, entre el Mediterráneo y la ribera norte del mar Muerto, a las calles por las que anoche Rafa Lloret volvió a ser Jesús y Virgina Porcar, su madre dentro y fuera de la escena.
Así es la Pasión de Borriol que se repite desde 1975 -suspendido por el confinamiento del COVID- y, por tanto, es la más antigua de la provincia: familiar, profesional y con sello de la Plana. De ahí que siga el folleto de uno de sus fundadores, Henri Bouché, y la música sacra del maestro Rafael Beltrán Moner, Hijo Predilecto de Vila-real. Cero espectáculo cuando de lo que se trata es de conmover. Como la Última Cena, escena que ayer volvió a representarse en secreto para todo el elenco excepto para Jesús y la familia propietaria de la casa. Muy difícil asistir a la Pasión de Borriol sin sentir que se está ante la historia.
