José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.
Esta semana toca hablar de Felipe VI, es obvio e inevitable, pero me van a permitir Uds. que lo haga desde la sorpresa, estupor y casi un poco de vergüenza ajena que me han producido parte de los acontecimientos que hemos viviendo este último mes desde que SM el rey Juan Carlos I anunció su abdicación.
Es cierto que la situación económica y social de nuestro país no era propicia a unos actos de proclamación del nuevo monarca que fueran calificados de “grandes fastos” ni que en lo económico se hablaran de cifras astronómicas como los más de once millones de Euros que costaron los del Guillermo de Holanda.
También es cierto que no parecía aconsejable realizar actuaciones que socialmente fueran ostentosas, como cenas de la realeza europea en las que se lucen joyas de incalculable valor, vestidos de diseño de primeras firmas y que además reforzaran la creencia de que las actuales dinastías reinantes en Europa son un club selecto que hay que eliminar.
La ley de abdicación fue aprobada por ese porcentaje de representantes de ciudadanos españoles que da título a este artículo. Si creemos que nos representan y de hecho así debe ser, ese es al menos el porcentaje de españoles a los que el actual sistema de gobierno nos parece bien, estamos de acuerdo con nuestra Constitución y aunque haya que cambiar cosas no está tan obsoleta como algunos dicen.
Somos muchos los españoles que no hemos abierto la boca, que no hemos dicho nada, la gran mayoría; fundamentalmente porque nos parece bien que Juan Carlos I haya abdicado, que por diversos motivos la imagen del Jefe del Estado debía cambiar y se ha hecho, puede que tarde, puede que aprisa, pero se ha hecho .
A muchos de nosotros nos sorprende que una oportunidad como es el relevo en la Jefatura del Estado se haya hecho breve, concisa, sin otorgarle conscientemente mayor proyección y alguna mayor duración, que dentro de un orden nunca es mala; es obvio que se trata de una publicidad barata y de gran calado a nivel mundial para España, habida cuenta que nuestra principal industria es el turismo y que el cultural, ese que viene a ver nuestros monumentos aumenta año tras año.
D. Juan Carlos ha tenido luces y sombras, pero no se va por la puerta de atrás, se va con la satisfacción de haber trabajado mucho y bien y que su heredero, poco Borbón y mucho Grecia, nuestro rey Felipe VI ha tomado el relevo con ganas, y seguro lo hará bien, de ahí que un atisbo de vergüenza ajena aparezca a lo lejos cuando recordamos y visionamos las recientes sucesiones en Europa y la nuestra. No olvidemos que somos mayoría los que creemos que se ha hecho lo correcto, sin más.