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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Jornada Mundial de los abuelos y los mayores

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En torno a la fiesta de san Joaquín y santa Ana, abuelos de Jesús, el día 26 de
julio, celebramos en la Iglesia la Jornada Mundial de los abuelos y los mayores el cuarto
domingo de julio. Así lo dispuso el papa Francisco en 2021. Este año será el 28 de julio.
Con esta Jornada, el santo Padre nos invita a tomar conciencia de la relevancia
de los ancianos en la vida de la familia. de la sociedad y de la Iglesia y sus comunidades
y a tenerlos presentes no de forma puntual, sino permanente.
Siempre hemos de dar gracias Dios por los abuelos y los mayores. Siempre
hemos de ser agradecidos para con todos ellos: por tantos esfuerzos y sacrificios, por
tantas cosas buenas como han hecho por sus hijos y hacen por sus nietos: son un apoyo
imprescindible y seguro para muchos padres, abocados al trabajo fuera del hogar.
Gracias les damos por su trabajo y testimonio, quizá sencillos, pero muy valiosos, para
la Iglesia y la sociedad. Los abuelos son custodios de sabiduría, de valores y de bondad.
Atesoran la “riqueza de los años”, de la experiencia y de la historia. Cuando la vida es
larga es una bendición de Dios para uno mismo y para los demás. Nuestros mayores se
merecen el afecto, reconocimiento y agradecimiento de todos: de los hijos y de las
familias, de la sociedad y de nuestra Iglesia.
Nuestros mayores deben sentirse y ser protagonistas en las familias, en la Iglesia
y en la sociedad. No representan solo el pasado; forman parte de nuestro presente y con
ellos hemos de contar para construir el futuro. Los mayores, sin embargo, son a menudo
marginados. Muchas veces son aparcados y vistos como una carga. En una sociedad que
valora sólo la utilidad, la juventud y la rentabilidad económica se olvida la “sabiduría
del corazón” que representan los años. Y esta sociedad se vuelve desagradecida
precisamente con aquellos que más se lo merecen porque han contribuido con su trabajo
a su construcción.
El reconocimiento de nuestros mayores es un acto de justicia. No pueden ser
arrinconados, olvidados, abandonados o descartados. Con frecuencia la soledad es la
amarga compañera de su vida. Como indica el Papa en su mensaje de este año “la
soledad y el descarte de los mayores no son casuales ni inevitables, son más bien fruto
de decisiones -políticas, económicas, sociales y personales- que no reconocen la
dignidad infinita de toda persona más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o
situación en que se encuentre. Los mayores no están solos. Dios nunca los abandona. La
Iglesia tampoco; los tiene presentes y sigue contando con ellos. La familia y la sociedad
tampoco los puede abandonar, ignorar o descartar.