Cada día resulta más evidente que uno de los principales problemas de España proviene del multipartidismo, de la aparición de esa pléyade de formaciones que bajo el manto de la libertad de pensamiento, de la lucha contra la corrupción y el perfeccionamiento de la democracia abrieron cauces hacia el separatismo, el comunismo y la proliferación de nuevas formas de latrocinio fragmentado.
De los riesgos del separatismo hemos hablado repetidamente. Su principal consecuencia es la marcha hacia una confederación en que dos de nuestras regiones saldrían beneficiadas respecto a las restantes, ejerciendo un chantaje continuo que impondría el voto de su exigua minoría sobre la voluntad del conjunto de los españoles.
Las formaciones nacidas al albur de las crisis económicas de principios del siglo XXI producen la impresión de que, al menos sus líderes, entraron en política con dos objetivos muy concretos: enriquecerse y ligar, quizá no por ese orden. Recuerden ustedes el desfile de amigas de Pablo Iglesias a las que iba colocando en puestos políticos destacados. Con la última de ellas, Irene Montero, formó una familia numerosa y se trasladó desde el modesto piso en Vallecas al famoso 'casoplón' en Galapagar que le costó la carrera.
Recuerden también la pasta que muchos de ellos amasaron pasando sabios consejos a partidos bolivarianos, particularmente en Venezuela por donde desfilaron Monedero, Iglesias, Errejón y muchos más.
Lo dicho sobre los caballeros de izquierdas podría aplicarse también a las damas. Fíjense en el caso mas llamativo de Yolanda Díaz que parece haber entrado en política para refinar su apariencia en general, su vestimenta en particular y para poder besuquearse con los grandes de este mundo, en especial con Sánchez.
En el fondo, toda esta movida "podemita" y comunista está resultando sumamente frágil y los rostros más visibles han ido desapareciendo del mapa y previsiblemente seguirán haciendo mutis próximamente.
El último en abandonar la escena, por el momento, es Iñigo Errejón, ese cuarentón infantiloide, que en los videos de Tik Tok siempre aparecía disfrazado como hijito de los Iglesias-Montero, que tan pronto cobraba por un trabajo no realizado en una cátedra andaluza, como propinaba una patada en el trasero a un fan que quiso inmortalizarse con él en un selfie, como mentía sobre las tres sabrosas comidas diarias de la población venezolana (¿incluidos los ocho millones de recientes emigrantes?).
Pero ahora resulta que los suyo, su especialidad era el maltrato machista ¡Quién lo hubiera sospechado de semejante personajillo! En fin, un pelmazo menos que tendremos que soportar en la tele. Seguro que pocos van a lamentar su retirada, más o menos los mismos que cuando desapareció su ex amigo Iglesias.
Para doña Yolanda no son buenas noticias y para Sánchez tampoco. Es otra pequeña pieza más que cae en la banda Frankenstein. ¿Cuántas más tendrán que caer para que desaparezca la banda entera?