Marisol Linares. Vicesíndica del Grupo Parlamentario Popular en las Cortes Valencianas.
Empieza septiembre, comienza el curso escolar y se recupera la rutina diaria de las familias españolas después de las vacaciones estivales. Unos han pasado el verano en las playas, otros han retornado a los pueblos donde tienen sus raíces y otros han viajado para conocer culturas y otras sociedades.
El verano quizá es la mejor de las estaciones para descansar, no sólo físicamente sino también mentalmente y, por qué no, para reflexionar en unos momentos en que la sociedad parece estar cambiando más deprisa de lo que quisiéramos.
Resulta curioso que cuando hablas con amigos en las largas tertulias de las cenas veraniegas en las que cada uno expone sus experiencias vacacionales siempre resuena la misma frase: “Como en España no se vive en ningún sitio”.
¡Y cuánta realidad tiene esta frase!, sobre todo si analizamos que en España tenemos un estado de bienestar social que atiende las necesidades de educación y salud de todos los españoles, pero esto no ocurre en muchos países que están gobernados por dirigentes que se llaman progresistas y en los que apenas existe una red de hospitales, colegios o universidades que atienden a las personas.
Es en estos países empobrecidos en los que las diferencias sociales cobran mayor notoriedad, pues los que tienen dinero pueden acceder a una sanidad y a una educación privada, mientras que la mayoría apenas pueden contar con una atención adecuada.
Ante esta recesión económica que estamos viviendo nadie se cuestiona que el estado del bienestar debe ser universal y de carácter público, pero tampoco se nos escapa que el “papá Estado” está teniendo dificultades para seguir manteniendo el mismo.
Es el momento de reflexionar si lo privado tiene que tener más protagonismo en nuestra sociedad y así hacer posible y compatible lo público con lo privado.
Los gobiernos tienen que crear el marco adecuado y las condiciones favorables para que la iniciativa privada apueste por la inversión y la creación de puestos de trabajo.
Atrás quedan las teorías del pasado siglo XIX y XX, y ya en pleno siglo XXI, con la crisis que se está viviendo en todo el mundo, muchas cosas tendrían que cambiar pero los ciudadanos tenemos que ser conscientes que los gobiernos de las naciones no pueden ser siempre el hada madrina que solucionen los problemas de los demás.
