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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 14:11

Armonías tardías

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Jesús Obiol (Jay Marshall). Artista y diseñador gráfico.

No hace mucho tuve una de esas noches que pienso que todos hemos tenido alguna vez, una noche de insomnio agudo, así que, como ser humano básico decidí ponerme a ver la televisión desde la cama para ver si de esta manera era capaz de conciliar el sueño.

Huelga decir que a esas horas en la televisión no hacen gran cosa, a no ser que seas uno de los privilegiados que posee un servicio de entretenimiento más amplio que nuestra escueta TDT. Bueno, después de ver los Late Nights y más tarde partidas de ruleta, empezaron a sonar acordes en la televisión. Pude escuchar prácticamente todos los estilos musicales más conocidos. Estamos hablando de las cuatro y media de la mañana, una hora un tanto curiosa para que suene música tocada en directo, delante de una cámara.

Pensando mientras dejaba que mis oídos disfrutaran de la música me di cuenta de que la programación televisiva de nuestro país, a mi juicio, no está bien distribuída. Para comenzar, pienso  que desgraciadamente, un alto porcentaje de las personas que ven televisión en nuestra patria, consumen la oferta que las cadenas imponen. Éstas no ayudan nada, por ejemplo al desarrollo emocional de nuestros jóvenes, y me centro en ellos porque son el futuro y aún pueden escapar de la casposidad, ya que los que, por desgracia, están atrapados, no van a conseguir escapar nunca, porque parece que los ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, Mujeres y Hombres y Viceversa, Gran Hermano, Supervivientes, etc... son las cosas que más interesan a nuestros jóvenes. ¿No sería mucho mejor poder escuchar esas canciones que se emiten a las cuatro y media de la mañana en vez de ver a cuatro pseudo actores representando un circo del que personalmente estoy agotado?.

Las armonías tardías fueron las que me calmaron la mente, las que me permitieron relajarme, las que al final consiguieron que cogiera un sueño que parecía imposible de alcanzar esa noche. Me apaciguó el alma y me enriqueció los oídos.

Pensemos que los programas culturales se emiten a unas horas en las que nuestros jóvenes no tienen acceso a ellos, sólo llegan para ver a los "tetes" a los que se quieren parecer, y desde luego no me parece que sean un ejemplo a seguir. Hagamos una reflexión: ¿no preferiríamos que esas personas que son nuestro futuro tuvieran un acceso en la TDT a contenido cultural?, ¿no mostrarían los dirigentes de las cadenas televisivas un interés por ellos si les permitieran disfrutar de una programación en la que el arte y la cultura ocupara las horas en las que ellos están frente a la caja tonta?, ¿no sería una delicia dejar de llamar a la televisión "la caja tonta" y comenzar a llamarla "un marco a la cultura?.

El mercado musical ya está bastante quemado en este país, la gente escucha lo que las compañías quieren, y aunque parezca mentira, a esas horas intempestivas, escuché tanto música que me gustó como música que me gustó menos. Pero tenía alma porque no estaba contaminada por la industria. Dejemos que las nuevas generaciones disfruten de las armonías tardías en un horario apto para ellos y no escondidos a altas horas de la madrugada como queriendo que nadie se entere de que existe algo distinto en la televisión de hoy en día. Demos una oportunidad a la cultura a través de los acordes de un piano o de una guitarra, de voces que quieren decir algo sin ser silenciadas por políticas de horarios y el dinero. La cultura ni se compra ni se vende, se difunde y se disfruta, porque como dice el refranero, El saber no ocupa lugar, y las melodías quedan suspendidas un instante en el aire hasta que desaparecen.