Rafa Cerdá Torres. Abogado.
La banda terrorista ETA a lo largo de su sangrienta historia, ha ido jalonando una especie de Crónica de la Infamia; una larga sucesión de asesinatos, secuestros y extorsiones perpetrados por un grupo de criminales y asesinos fanatizados por un ultra nacionalismo de corte marxista-leninista. La inmensa mayoría de sus protagonistas han acabado con sus huesos en la cárcel, aunque algunos de los asesinos ‘atesoran’ un historial tan terrible, que más que indignación provocan directamente el vómito.
Uno de ellos, Josu Zabarte Arregui, conocido como el ‘Carnicero de Mondragón’, salió de la cárcel a causa de la derogación de la denominada Doctrina Parot, un criterio jurisprudencial gracias al cual se garantizaba un cumplimiento bastante efectivo de las elevadas penas de cárcel a las que eran condenados los etarras a causa de sus múltiples fechorías. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos nos regaló a los españoles una sentencia que revocaba la Doctrina Parot, por contravenir la Convención Europea de los Derechos Humanos, permitiendo la liberación de peligrosos delincuentes y terroristas, entre ellos, el señor Zabarte, quien retornó a su Mondragón natal, habiendo cumplido una mínima parte de los 615 años a los que fue condenado por participar en veinte atentados y diecisiete asesinatos.
En lugar de sepultarse en un manto de silencio, el antiguo etarra pretendió justificar su trayectoria con las siguientes palabras: "Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. No me arrepiento". Hay balas que no son disparadas desde un arma, y el olvido y desprecio con el que trata a las víctimas de sus asesinatos supone un nuevo intento de acabar con ellas. Pero lo que más me asombra es que estas declaraciones han pasado de soslayo entre una inmensa parte de la clase política, ¡y pensar que una opinión de la Guerra Civil o de la dictadura de Franco provoca más reacción que esta salvajada dicha por un terrorista! ¡Qué pena de país!
Si Josu Zabarte define sus asesinatos como meras y simples "ejecuciones", me permite trasladar al antiguo carnicero algunas de las ‘definiciones’ que sus palabras me han provocado: cabrón, cerdo, miserable, hijo de mala madre (las putas no tienen la culpa), bastardo, desgraciado, despreciable, escoria, engendro, asesino, traidor, mamón, majadero, malasangre, metemuertos, ruin, gilipollas, bestia, zarrapastroso, y muchos, muchos más términos que omito incluir, no por pereza, sino porque no quiero verme arrastrado, ni por un segundo, a un mínimo sentimiento de odio que ese animal ni merece siquiera.
Usando las mismas palabras del carnicero etarra: Yo no he insultado a nadie, yo he definido. No me arrepiento.