Rafa Cerdá Torres. Abogado.
A mediados de la semana pasada, un grupo de fanáticos terroristas, con la excusa de insultos a la religión musulmana a través de las páginas de la revista francesa Charlie Hebdo, irrumpieron en la redacción del semanario de corte satírico, llevándose por delante la vida de diecisiete personas. Un ataque frontal a la más elemental de las libertades, la del pensamiento, y sobre todo a la libre capacidad para expresar y dar forma al ideario propio y a la concepción personal que se tenga sobre el mundo.
Desde la consecución de ese fatídico hecho, las reacciones desde todos los sectores y bajo todas las formas, se han sucedido en cascada. Un torrente de apoyo a los valores democráticos que sustentan el marco de convivencia de la República Francesa, ha movilizado a centenares de miles de ciudadanos franceses en las multitudinarias manifestaciones, muy similares a las que se celebraron en España a causa de la salvaje acción terrorista de ETA.
Mucho se ha dicho desde entonces en boca de líderes políticos y sociales. Grandes discursos y proclamas se han pronunciado. Pero nada ni nadie podrá volver a dar voz a aquellos periodistas y trabajadores de la publicación que han sido asesinados. Por ello, mi única respuesta es el silencio, un respetuoso y sentido silencio frente a la barbarie asesina y fanatizada de corte islámico que pretende destruir nuestra libertad, justamente amparándose en ella, por mucho que lo nieguen los ignorantes útiles de siempre.
El vacío del resto del artículo pretende reivindicar el coraje y valor de los asesinados, y el único fruto de la acción criminal será el silencio que no cae en provocaciones, y que responde con la ley y la justicia.
A los fanáticos asesinos: no vais a ganar. Nunca. Que os quede claro (aunque a veces parezca lo contrario). Je suis Charlie Hebdo.