Rafa Cerdá Torres. Abogado.
En el resbaladizo terreno de la política, determinados gobernantes se pegan auténticos patinazos, por mucho que intenten disimular su caída de bruces aparentando una contorsión equilibrista. Las dos últimas semanas del corto mes de febrero, Grecia y su delicadísima situación, ha acaparado casi todo el protagonismo en complicado escenario europeo ante la más que plausible realidad que Estado Griego se colapsara habida cuenta de la obcecación del nuevo Gobierno de corte populista griego a la hora de ofrecer unas mínimas garantías de estabilidad financiera y económica, frente al resto de países de la Unión Europea, única fuente de financiación de las vacías arcas públicas helenas que permita a Grecia devolver la lluvia de millones de euros recibidos.
El primer ministro griego, Alexis Tsipras ha sacado pecho, pero que mucho pecho ante su opinión pública, receptiva a un mensaje de confrontación contra una Unión Europea que ha obligado a practicar una economía de ajustes que ha arruinado a amplias capas de la población. El denominado ‘Austericidio’ ha asfixiado al pueblo griego, siendo sometido a unos recortes en prestaciones públicas y en salarios de tal intensidad, que prácticamente han supuesto la condena a la pobreza a centenares de miles de ciudadanos.
Tsipras arrasó en las elecciones legislativas convocadas el 25 de enero pasado, enarbolando la bandera del ‘No’ a la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) y a las políticas de ajustes exigidas por las citadas instituciones, a cambio de continuar desembolsando el “rescate” en forma de millones de euros. El discurso de corte populista del ahora primer ministro prometió todo pero sin definir nada, respecto al modo en qué sus promesas electorales y de gobierno deberían materializarse. Tsipras nombró como Ministro de Economía y Finanzas a un compatriota radicado en Australia, Yanos Dragasakis, quien con una apariencia de motero Harley Davidson, desembarcó en Bruselas dispuesto a poner firmes a los buitres financieros y oligarcas de la Comisión, y al resto de los ministros de Economía de los restantes socios europeos.
Hasta la fecha, los salvadores de la patria griega, sólo han podido materializar un cambio en la denominación de los acreedores de Grecia, ya no existirá la ‘Troika’ que pasará a denominarse de otra manera más suave. Y qué se ha ganado tiempo, ampliando el plazo del rescate cuatro meses más a cambio de aportar un listado de reformas económicas que se traducen en dos realidades: sostenimiento de las políticas de austeridad en el gasto público, equilibrio en las finanzas y desmantelamiento de aparatos administrativos ineficaces, junto a una política fiscal seria y eficaz. En plata: exactamente la misma política económica que han venido implementándose por parte de los anteriores gobiernos helenos.
Con un magistral dominio de la comunicación pública y del discurso, el Primer Ministro Tsipras y su Ministro económico han presentado la prórroga de un rescate que teóricamente rechazaban, como una claudicación de Bruselas frente a sus sólidos argumentos. Cuando la realidad es totalmente inversa: el rescate a Grecia se sostiene sólo por la continuidad de una política de ajustes, cuya aplicación es suavizada pero qué mantiene la totalidad de su vigor. Por mucho discurso que se pronuncie, en Grecia o en España a través de los acólitos coleteros de Tsipras; la realidad es tajante: el ajuste sigue, y los populistas ahora en el gobierno tendrán mucho discurso pero ninguna excusa.
Los sucesivos gobiernos de Grecia ocultaron a la Unión Europea la realidad de un Estado que durante décadas falseó el calamitoso estado de sus cuentas públicas y con una administración corrupta e ineficaz. Cierto es que la austeridad al máximo nivel al que se ha sometido a Grecia ha sido contraproducente, pero ello no debe minorar la responsabilidad de un miembro de la Unión Europea que mintió al resto de estados.
Grecia debe escoger entre la responsabilidad, y afrontar un duro presente para poder garantizar un cierto futuro, o entre la demagogia, carente de realidades y plagada de excusas.