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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 17:08

La vida en la gran ciudad X: ida y vuelta

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Juan Teodoro Vidal. Químico.

Fue en un viaje a Ciudad del Cabo en Sudáfrica que, observando desde el hotel, tuve la sensación de que la City, vacía de noche, se llenaba a diario con aportaciones de una muchedumbre que salía de las bocas del metro, viniendo de lejos, para dar vida a los edificios oficiales, a los comercios y oficinas. Se me grabó la imagen de un gran hormiguero. Los habitantes de cualquier gran ciudad y alrededores se pasan una parte sustancial de su vida, pongamos un 10 %, en el tren, en el metro, en el autobús, en coche, en moto, en bicicleta, o sea en el viaje de ida y vuelta diario a su trabajo.

Si observamos lo que hace la gente ahora y aquí en el transporte público, encontramos personas que dormitan, no duermen, porque siempre se despiertan a tiempo de bajar en su estación; muchos aprovechan para intercambiar whatsapps o tuits; alumnos que repasan 'in extremis' lecciones que han de saber en la clase de luego; otros leen, bien en su libro, bien (cada vez más) en su ebook; alguno que trabaja, revisando unos datos en su portátil o (cada vez más) en su tablet; otros disfrutan de la compañía efímera de personas que conocen, coincidentes en el trayecto; muchos simplemente no hacen nada intencionado o útil, quizá piensan, o quizá observan. Un caos.

La gente que va en su medio propio ya tiene bastante soportando el atasco y las prisas de otros. Siempre hay algún listo que se cuela, adelantando por el arcén, haciendo que todos los demás tengan que esperar más, hasta que se diluye cada retención. Otro caos.

En muchos aspectos la 'fauna' de principio y de fin de la jornada de cualquier ciudad, nos parecemos a hormigas en su afán continuo de ir y venir del hormiguero a la aventura diaria, a la gran selva que es la ciudad. Aunque uno piense que no pertenece a esa estirpe, por mucho que uno crea que las hormigas son los demás, todos contribuimos a la salud del hormiguero. Al final todos aportamos nuestro grano traído de lejos, nuestra hoja, que pesa mucho más que nosotros mismos, transportada a la espalda, en forma de retenciones a cuenta, haciendo grande al país que otros manejan en sus grandes números, sin que podamos hacer nada ni alterar nuestra rutina.

En todas partes hay que ir al trabajo (el que lo tenga). En todas partes hay un ir y venir, pero en pocas es tan evidente como en la gran ciudad. Ya que de los impuestos no se puede huir, si tenemos que hacer esto a diario, es lógico pensar que ese tiempo, perdido de otra forma, podría emplearse en algo útil. Aprovechar la paradójica libertad de disponer de un tiempo 'libre' y sumarse a los que ya disfrutan de esta oportunidad, planificando nuestra estancia, por ejemplo, para aprender un idioma... O sea, creciendo. Ya hay demasiadas hormigas.