Rafa Cerdá Torres. Abogado.
Al fin. Dejamos atrás las tan cacareadas elecciones municipales y autonómicas, convirtiéndose por fin en una fecha más del calendario. Pero no se acostumbren. Para acabar de rematar las ansias sufragistas del país, en pocos meses los sufridos contribuyentes nos veremos de nuevo convocados a la elección de unas nuevas Cortes Generales. Un aluvión de aspirantes a diputados y senadores volverá a darnos la murga, vendiéndonos lo bueno buenísimos que son unos y lo malo malísimos que son los otros,...pelín pesado va a resultar este año 2015.
Sin embargo, este proceso electoral qué acabamos de dejar atrás, ha supuesto un verdadero punto de inflexión. El Partido Popular, ha ganado en casi todos los lugares pero con una peculiaridad, en el empeño perdido hasta la camisa. Su primer puesto conseguido dentro de la carrera electoral valenciana, ha sido in extremis, la condición de formación hegemónica ha dado paso a una posición de ‘fuerza más votada’, que en la práctica le supone perder una enorme cantidad de alcaldías de importantes localidades. Los populares no pueden articular mayorías de gobierno, frente a formaciones como el Partido Socialista, Compromís o las ‘marcas blancas’ de Podemos a nivel local, cuya suma de concejales desalojará de los Ayuntamientos a un buen números de alcaldes hasta ahora de signo conservador.
La pérdida de poder territorial a manos del Partido Popular alcanza la condición de verdadero vuelco hacia los partidos más escorados a la izquierda, dibujando un panorama muy similar al creado tras las primeras elecciones municipales de la democracia, en el año 1979, cuando la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez, se aupó con la victoria en número de votos y de concejales, pero el pacto PSOE-Partido Comunista arrebató el poder municipal a los centristas al no disponer de las mayorías suficientes, al igual que lo sufrido por el Partido Popular a nivel nacional.
En nuestra Comunidad, la debacle del P.P. ha sido más que evidente, particularmente en el caso de tres capitales de provincia (Castellón, Valencia y Alicante) la pérdida de votos constituye una verdadera sangría. De disfrutar de cómodas mayorías absolutas, a pírricas victorias en número de concejales, cuyo número no alcanza ni de lejos, la continuidad de los hasta ahora primeros ediles. El Partido Popular debe, más que renovarse, proceder a una verdadera refundación. El nivel de podredumbre alcanzó niveles inaceptables dentro de los cuadros del PP, a pesar de los intentos de Alberto Fabra de revertir la imagen de entramado corrupto endosada a los populares valencianos. Dejarse por el camino casi la mitad de los escaños dentro de las Cortes Valencianas (de 55 a 31) no debe salir gratis a la actual cúpula. Una gran parte del electorado del PP ha fluido hacia las más tranquilas aguas representadas por las siglas de Ciudadanos. El voto de Esquerra Unida se marchó a Podemos, formación que sustituye a los antiguos comunistas, y el PSOE se deja en el camino diez escaños (de 33 pasa a 23) afrontando una verdadera incapacidad de recoger la insatisfacción ciudadana que tanto dice representar, aunque se erige como punta de lanza del Bloque de izquierdas que, seguramente, se aupará al Gobierno de la Generalitat. La condición de gran triunfadora de la jornada electoral ha recaído en la coalición Compromís, formación sobre la cual pivotará toda configuración de gobierno que se pretenda construir. Tiempo habrá de ver la evolución de los pactos que necesariamente se deben producir.
La jornada de ayer trajo una verdadera cascada de comentarios, reflexiones y discursos, algunos certeros, otros esperados y los menos absolutamente ridículos (olvidándose del hecho que llevan veinte años perdiendo elecciones) pero nadie como la hasta ayer invicta Alcaldesa de Valencia, supo definir con tanta fuerza el resultado que arrojaron las urnas: "¡Qué hostia!"...refiriéndose al estado de shock en el que cayó el PP valenciano.
"¡Qué hostia!", y bien qué ha sonado. Si Rita Barberá y el resto de sus compañeros, han asimilado bien el golpe sufrido, deben ponerse manos a la obra YA, lo contrario supone aumentar la brecha con la ciudadanía, que ha señalado con su voto la puerta de salida.