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jueves, 28 de noviembre de 2024 | Última actualización: 19:22

La enésima crisis griega

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Me molesta mucho repetirme y más aun repetir lo que dicen los demás. Me había propuesto, por ello, no escribir de nuevo sobre la cuestión griega de la que estamos escuchando y leyendo argumentos ad nauseam. Sin embargo, no es posible sustraerse a este asunto que ha cubierto toda la semana informativa sin dejar apenas huecos para otros temas ni más ni menos importantes.

Empezaré diciendo que conozco muy bien Grecia, país que he visitado docenas de veces durante mis largos años balcánicos. No me cabe duda que es uno de los países más hermosos e interesantes de Europa y uno de los que ha influido en mayor medida en la construcción política, filosófica, cultural y lingüística del mundo occidental. No vale decir que eran otros tiempos y otros griegos: todos hemos cambiado mucho en los últimos veinticinco siglos pero las gestas quedan ahí y sus creadores también. Ello vuelve mucho más triste ver cómo los griegos contemporáneos han sido incapaces de crear un estado moderno acorde con los requerimientos de estos tiempos. Tengo grandes amigos y colegas griegos, personas muy capaces, que están sufriendo lo indecible con el rumbo que está tomando su país.

Dicho lo cual no me cabe más remedio que recordar que Grecia ha basado su política del último medio siglo en la más absoluta mentira, particularmente en lo que respecta a su ingreso en la Unión Europea y a sus sucesivos pasos dentro de ella.

Atenas logró acceder a la UE en 1981 (cinco años antes que España y Portugal) gracias al apoyo de una serie de potencias, particularmente Francia, que buscaban satisfacer a su gran cliente en el sector armamentístico, al que dedicaba un altísimo porcentaje de su PIB por aquello de la peligrosa vecindad turca.

Accedió a la eurozona en 2002, falseando de nuevo los datos de su infraestructura económica que contaba con unos sueldos, unas pensiones, un cuadro de funcionarios y un ejército muy superiores proporcionalmente a los de los países más ricos de Europa.

Instalada en la mentira, Grecia se fue arruinando y en los últimos años se endeudó enormemente respecto a los restantes socios algunos de ellos más pobres que el país helénico, obteniendo Atenas dos quitas  de su deuda y plazos de devolución e intereses ventajosísimos.

En esas condiciones y detectadas las trampas de los sucesivos gobiernos del país con dinastías repletas de Papadopoulos y Papandreus, el pueblo griego, cuando el gobierno conservador de Samaras empezaba a enderezar la situación, se lanza a la desesperada en brazos del partido populista de Syriza que le clava la puntilla llevando al país a una situación límite con la quiebra generalizada de los bancos, la apertura de ‘corralitos’, la fuga masiva de capitales y el enfrentamiento con sus acreedores –el BCE, el FMI y los socios de la UE- a los que tacha de criminales y terroristas financieros… pero a los que reclama una tercera quita.

La quiebra griega es muy nociva para Europa que hasta ahora había sido la historia de un éxito constante pero que en el último lustro se encuentra en apuros. Seguramente se buscará una solución para evitar la defenestración helénica. La UE no podrá hacerlo ignorando que en nuestro club hay una decena de países que están en peores condiciones que Grecia pero que intentan resolver sus problemas sin hacer trampas. Y que incluso los que estamos en una situación más desahogada, lo estamos gracias a enormes sacrificios que no queremos repetir a favor de Atenas, para vernos una vez más burlados.

Muy mal actuó la UE con Grecia desde su ingreso en 1981 hasta hoy. Bruselas –que no Berlín- es corresponsable de la actual crisis. Estamos a tiempo de rectificar evitando el hundimiento total de nuestro socio pero hacerlo con suficientes garantías para que los restantes miembros de la Eurozona no nos sintamos engañados.

A todos los errores griegos, viene a sumarse ahora la tremenda deslealtad estratégica de buscar gitanear con Rusia y los EE.UU. Algún día sabremos de qué habló Tsipras con Obama y Putin y hasta qué punto los EE.UU. presionó a Europa intentando convencerla que es mejor una Grecia permanentemente subvencionada antes que una Grecia aliada con Moscú.  Europa puede cansarse de tanta burla y llegar a  pensar que a fin de cuentas no sería tan gran drama que algún socio abandonara la eurozona, ni tampoco que buscara amigos fuera de nuestro pequeño club.

Aún estamos a tiempo de evitar que esta crisis nos perjudique a todos: a la hermosa y clásica Grecia y a una Unión Europea que hasta ahora ha logrado propiciar la prosperidad a cada uno de sus socios.