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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 17:03

Aquí está mi nuca

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

"¡ETA escucha, aquí está mi nuca!", esta sencilla frase se convirtió en un clamor, jaleado por millones de ciudadanos a lo largo y ancho del país. Aquel 12 de julio de 1997, la banda terrorista ETA asesinó al joven concejal del Partido Popular, Miguel Ángel Blanco, mediante un disparo en la cabeza. La Policía encontró su cuerpo tirado en los límites de un bosque, todavía con un hilo de vida. Trasladado a un centro hospitalario, nada se pudo hacer para salvar su vida.

Ninguna persona decente podrá olvidar aquellas cuarenta y ocho horas de secuestro. Dos días de una cobarde privación de libertad, perpetrada por dos terroristas, quienes aprisionaron al joven  regidor del Partido Popular de la guipuzcoana localidad de Ermua, mientras se dirigía a su trabajo. El precio de la libertad del regidor era imposible de asumir: la excarcelación de todos los presos etarras en el plazo de dos días. El entonces Presidente del Gobierno, José María Aznar, se negó a considerar el chantaje, con apoyo de la práctica totalidad de la clase política. Comenzó entonces una fatídica cuenta atrás para Miguel Ángel.

Millones de personas dijeron "BASTA YA" con una intensidad jamás conocida, el país enteró se echó a la calle en forma de multitudinarias manifestaciones, como nunca se han vuelto a contemplar. Una verdadera riada humana se enfrentó al mensaje de miedo y al chantaje de terror de ETA, socavando sus cimientos de forma definitiva. El denominado "Espíritu de Ermua" supuso a mi juicio, el verdadero principio del fin de la banda terrorista, por muchos malabarismos políticos con los que se ha disfrazado su patético fracaso.

Recuerdo que en un abrasador julio como éste, me encontraba pegado a la televisión siguiendo las noticias, cuando el presentador Ernesto Saéz de Buruaga, comunicó sobre las 15 horas que el cuerpo de Miguel Ángel había hallado el cuerpo del concejal, y que presentaba heridas de bala con muy mal pronóstico. Jamás olvidaré la indignación y los gritos de los habitantes de Ermua, magníficamente reflejados en dos frases repetidas por cientos de voces: "No son vascos, son hijos de puta" y "ETA escucha, aquí está mi nuca"...

El país que conoció Miguel Ángel Blanco es muy distinto a la España de 2015; el terrorismo silenció sus armas hace ya tiempo, mas no ha callado su voz. Enfrentarse a su mensaje de odio y división, a través de la ley y la controversia pacífica, supone el mejor legado que la vida de un ciudadano normal como usted y como yo, nos dejó. Ninguna causa auspiciada desde la violencia podrá nunca triunfar, mientras existan hombres y mujeres decentes y libres, que se atrevan a llama al terrorismo asesinato, y a su compromiso político, traición.