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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Cataluña: ¿sentimientos o derechos?

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Miguel Bataller. Ciudadano del Mundo y Jubilado.

Desde hace años, se está gestando en la sociedad catalana una situación de difícil análisis, si uno no toma distancia con el problema para entrar en profundidad en el mismo.

Los sucesivos gestores de algunos partidos políticos, han estando tomando una deriva

inaceptable según el momento y situación respecto al poder y han querido manipular siempre los sentimientos de sus conciudadanos con una exposición falseada de la Historia Real de Cataluña para sacar beneficios electorales en cada convocatoria a la que han sido llamados.

Y por eso de una manera “lenta pero segura” se ha ido fraguando un nacionalismo independentista malsano tanto de derechas como de izquierdas, porque no se ha apoyado en el natural cariño y apego que siente cada persona a sus raíces y a la tierra donde nace, sino  en la aversión e incluso odio a la entidad nacional mayor a la que pertenecen desde hace mas de siete siglos, es decir a Aragón y a España.

Los sentimientos cada cual los cultiva como mejor le parece, y yo soy de los que opina que no hay nada mas gratificante y  agradable que  los sentimientos positivos para la persona que los lleva impresos en su alma.

Y por la misma razón nadie sufre más que aquellas personas que siempre están predispuestas a desarrollar sentimientos negativos hacia quienes les rodean en un entorno más o menos próximo.

El amor y la comprensión generan más amor y comprensión y el odio y la aversión evidentemente más odio y más aversión

Lamentablemente en Cataluña durante siglos (en unos períodos con mayor intensidad y en otros más moderadamente) se ha cultivado el antiespañolismo oficial, como una forma de despertar el catalanismo.

Allí ser antiespañol, se confunde con ser buen catalán y precisamente por eso se ha llegado a avergonzarse y esconder públicamente el orgullo de muchos catalanes que se sienten españoles, por temor al rechazo social.

Pues bien yo hoy solo quiero expresar que los sentimientos son personales e intransferibles y hay que respetarlos en la intimidad de cada cual, pero cuando  se reclaman situaciones generales, entre personas de distintos sentimientos, sólo queda recurrir a los derechos históricos y a las Leyes de convivencia, que nos permiten vivir en una sociedad estructurada, moderna y democrática.

Pese a las enseñanzas históricas que puedan ahora explicar en el sistema de educación catalán,  Historia solo hay una y esos dados son incontrovertibles.

No soy un Historiador, pero si una persona interesada en la Historia de España, con mucho leído sobre ese tema y por no remontarme más solo lo haré hasta la Hispania Romana.

1-Los romanos ocupan Hispania en el siglo II antes de Cristo y el actual territorio que hoy es una Cataluña  entonces inexistente pertenecía junto a la mitad de la Península a la Provincia  Tarraconensis.

2-Los árabes ocupan Hispania conquistando Barcelona en el año 717, permaneciendo allí y en el resto de los condados del noreste español hasta el año 801 en el que los francos (actuales franceses) los unen formando la Marca Hispánica al Imperio Carolingio situación que perdura 450 años hasta el Tratado de Corbeille en el año 1250, en los que el Rey  San Luis IX de Francia le cede a  Jaime I de Aragón los condados franceses al sur de los Pirineos, en tanto que recibe del Rey de Aragón los condados aragoneses del norte de la cordillera. Todo eso se firma 29 años después de la Reconquista del Reino de Mallorca y 20 después de la del Reino de Valencia por Jaime I, y no existe ningún documento escrito en el que aparezca Cataluña como entidad socio-política hasta el año 1.368 más o menos.

3-Por lo tanto Cataluña nunca ha sido un estado, una nación ni un reino, ni siquiera un principado. Los condados de lo que hoy es suelo catalán eran 9 y el título de conde que ostentaron los Reyes Aragoneses era el de Conde de Barcelona.

4-La actual Cataluña nunca  ha disfrutado de soberanía propia, porque sus soberanos fueron en principio los Reyes de Francia, y posteriormente los de Aragón y de España durante los últimos  765 años, lo cual no son cuatro días.

Ahora yo le preguntaría al utópico Rey Arturo i de Cataluña (O Primer Presidente de la República Independiente de Cataluña) con que derechos históricos reivindica esos “sueños de grandeza”.

Ese incalificable personaje, o no conoce la Historia de Cataluña o trata de burlarse de sus conciudadanos, o lo que es peor “se prepara una huida hacia delante, sin saber dónde puede llegar, para llegar a  ser un mártir en vez de ser un delincuente”.

Ha llegado a extremos tan absurdos, como pretender formar una lista tan irracional como heterogénea con todos los fanáticos del independentismo, en la que se ha colocado a si mismo en quinto lugar…. a condición de ejercer luego como President…. de lo que salga de esta ensalada.

Está dispuesto a saltarse a la torera todas las leyes españoles e incluso la Constitución que le permite presentarse y optar a representar a sus conciudadanos dentro del panorama político español.

Se sitúa a si mismo por encima de la Constitución y de las Leyes  y con una actitud de tahúr de la política, improvisa martingalas una tras otra, para provocar al poder establecido legal y constitucionalmente todos los días.

Si todos los catalanes adoptaran sus actitudes y trataran de imponer sus sentimientos personales, ignorando sus derechos y sus deberes quisiera yo saber como podría gobernar él esa jaula de grillos que sería Cataluña.

Pero por lo visto nadie quiere ponerle el cascabel a ese gato que se llama Arturo Más, y por este camino no se a donde podremos llegar, pero sin duda a ningún lugar deseable ni respetable, ni para él, ni para los catalanes independentistas que acabaran frustrados y decepcionados, ni para los españoles que nos sentimos valencianos, catalanes, gallegos, vascos, asturianos, extremeños, cántabros, riojanos, navarros, murcianos, andaluces, castellanos, canarios, ceutíes o melillenses pero sobre todo españoles y no entendemos tanta estupidez y egolatría en un hombre aparentemente lúcido, pero que ha perdido la cordura.