José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.
Hoy se celebra en todo el mundo el día de la parálisis cerebral.
¿Un día más dedicado a otro de los innumerables colectivo de enfermos o discapacitados?
Pregunta inevitable y respuesta contundente, NO.
Si nos hubieran preguntado hace no demasiados años ¿conoces a un paralítico cerebral? seguramente la respuesta hubiera sido no. A la sociedad le costaba aceptar a los diferentes, cualquiera que fuera el origen de su diferencia, las familias los ocultaban, los encerraban en casa. Eso cambió, la sociedad evoluciona, en ocasiones positivamente, hoy la visibilidad de los discapacitados hoy es cuasi total y habitual en nuestras ciudades.
Pero no basta, no es suficiente, solo es el primer trazo de la primera letra del abecedario. La vida de una familia con un discapacitado en general y particularmente con un paralítico cerebral da un giro de 180 grados desde el minuto cero de su vida, cuando nace, pues este acontecimiento de inmensa alegría se convierte en la primera de las muchas situaciones de sufrimiento y dolor que a lo largo del resto de su vida van a acontecer.
El inmenso amor de unos padres hacia su hijo suplirán las alegrías que no tendrán porque no verán a su hijo a los tres meses sonreír, a los doce meses caminar, las primeras palabras...., el primer día de colegio a los tres años, ese dibujo dedicado...
El valor, el coraje de las familias es infinito, merecen por ello un reconocimiento y una colaboración por parte de todos, desde organismos públicos y privados al resto de los ciudadanos, pues su labor, aun por amor es digna de elogio y de mucho respeto.
Pero no basta con elogios, con buenas intenciones, los discapacitados tienen necesidades como cualquier otra persona, tienen sueños como cualquiera de nosotros, sueños que son más difíciles de conseguir; del resto de la sociedad depende que los que menos pueden al ayudarles consigan que su vida sea mejor.
Son nuestros responsables políticos, los dedicados a bienestar social especialmente quienes han de velar y conseguir para ellos y sus familias estadios de bienestar aceptables, esta es la primera solidaridad que hay que poner en marcha, con los más cercanos, los que viven con nosotros , en nuestro barrio, en nuestra ciudad.
Los ciudadanos de a pie colaboramos con esta tarea indicando que queremos que se destine el 0,7 de nuestra renta a fines sociales; se aporta para todos estos colectivos fondos que ayudan a que mejoren sus medios de atención y tratamiento.
Pero más allá de eso, de la palabrería, de la falsa conectividad y sensibilidad de algunos políticos y la soberbia de otros que caro les ha costado, quedan muchas letras del abecedario por escribir, la letra que habla de comprensión, la que habla de diversidad, o la que habla de reconocimiento, integración, esa que a todos nos parece bien, pero en casa de otro, no en la nuestra, no en nuestro colegio, que da mucho trabajo y casi al final , la solidaridad, que implica generosidad, comprensión y aunque no otorguen demasiados votos, el sentimiento del trabajo bien hecho y colaborar con uno o dos granitos de arena a que ellos puedan llevar a cabo sus proyectos, de vida, pequeños para nosotros sueños para ellos.