Miguel Ángel Cerdán. Profesor de Secundaria.
En su célebre ‘Viento del Pueblo‘, escrito en 1937, Miguel Hernández se enorgullecía de no pertenecer a un ‘Pueblo de Bueyes’. Por el contrario, Unamuno afirmaba que los españoles constituían “un pueblo enseñado a huir de la verdad, a transigir con la injusticia y a soportar la opresión”. Miguel Hernández o Unamuno. O un pueblo libre, orgulloso e indómito, o un pueblo temeroso con vocación de lacayo. Una de estas dos visiones será la que se imponga el 20 de Diciembre en las elecciones tal vez más transcendentes de la Historia reciente de España.
Y es que el 20 de Diciembre no se juega simplemente una legislatura, se juega el destino de este país para las próximas décadas. Ese día tendremos que decidir si damos por bueno el miedo que las élites extractivas de este país nos han intentado inculcar o si por el contrario decidimos que España cambie de rumbo y deje atrás la corrupción, los hachazos a nuestro Estado de Bienestar, la pérdida de derechos sociales y de libertades, si hacemos pagar en definitiva la humillación a la que hemos sido sometidos.
Los últimos cuatro años no han sido otra cosa que la constatación de la gigantesca mentira en la que este país ha vivido, o han querido que viva, desde hace ya mucho tiempo. El famoso “milagro” económico español de finales de los noventa y principios de la década pasada no fue otra cosa que una orgía especulativa inmobiliaria que se sabía cómo iba a acabar; una patraña en definitiva. Y esa mentira se enmarca en un engaño todavía más grande; el de un sistema en teoría democrático pero que ha demostrado una y otra vez que no lo es y que únicamente sirve a los intereses de las elites españolas, unas élites que son en buena medida las mismas de tiempos de Franco y que persisten en la misma corrupción estructural que se daba en tiempos del Dictador.
Las cifras son tozudas, y la lista interminable: 1900 imputados por corrupción y 130 causas abiertas, una tasa de paro que supera el 24 % y que ni baja ni bajará de forma real, una creciente divergencia social, con una gran mayoría de españoles que cada día se empobrece más y que tal vez tenga su más gráfico y triste reflejo en que un tercio de los niños de nuestro país vive en riesgo de pobreza, mientras que los más ricos cada vez lo son más. Y así podríamos seguir ad nauseam. Es por ello por lo que los españoles debemos decidir si de una vez desatamos lo que Franco creyó dejar atado o bien atado. Si somos el pueblo de Miguel Hernández en definitiva o si por el contrario y tristemente somos lo que pensaba Unamuno.