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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 17:58

Comienza el Jubileo de la Misericordia

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Casimiro López. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.

El papa Francisco nos ha convocado a celebrar un Año Santo Extraordinario, el Jubileo de la Misericordia. El mismo Papa lo abrirá para toda la Iglesia el próximo día 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, y concluirá el 20 de noviembre de 2016 con la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Se abre el 8 de diciembre, porque ese día se cumplen cincuenta años de la clausura del Concilio Vaticano II; con el Jubileo se quiere dar un impulso para que la Iglesia continúe la obra de renovación, iniciada con el dicho Concilio. La Iglesia siente la responsabilidad de ser en el mundo signo vivo del amor del Padre y de anunciar el Evangelio de un modo nuevo.

En este Año Santo, el papa Francisco pone en el centro a Dios misericordioso y nos invita a vivirlo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. Junto con la peregrinación a los lugares jubilares y otras condiciones, para vivir debidamente este Jubileo hemos de tener en cuenta tres momentos; los podríamos resumir en tres palabras: contemplar, experimentar y vivir la misericordia de Dios.

En primer lugar estamos llamados a contemplar la misericordia de Dios en su Hijo, Jesucristo, que es el rostro de la misericordia del Padre. Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona  revela la misericordia de Dios. La persona misma de Jesús es un amor que se dona y ofrece gratuitamente; los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la compasión y de la misericordia. Las lecturas para los domingos del tiempo ordinario de este año están tomadas del Evangelio de Lucas, el Evangelista de la misericordia. Son bien conocidas las parábolas de la oveja perdida, la moneda extraviada, el padre misericordioso o del hijo pródigo.

De la contemplación hemos de pasar a experimentar personalmente la misericordia de Dios. Él nos espera y nos acoge en el sacramento de la Confesión para perdonar y olvidar nuestros pecados. Su misericordia va incluso más allá del perdón de los pecados; se transforma en indulgencia que, a través de la Iglesia, alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, consecuencia del pecado, capacitándolo para obrar con caridad, para crecer en el amor y no recaer en el pecado; Dios cura así nuestras heridas, las huellas negativas que los pecados dejan en nuestros comportamientos y pensamientos y nos empujan al pecado; la misericordia transforma así nuestros corazones para poder ser misericordiosos como el Padre. El Jubileo es un tiempo de gracia para acercarse al Sacramento de la confesión, que será ofrecido con mayor disponibilidad por los sacerdotes; y es un tiempo para acoger la indulgencia jubilar peregrinando a uno de los lugares establecidos, confesando y comulgando en la Misa, haciendo la profesión del Credo y orando por el papa y sus intenciones.

Y, finalmente, el Jubileo nos llama a ser portadores de la misericordia que hemos experimentado y nos impulsa a vivir la misericordia para con los demás en las obras de misericordia corporales y espirituales. Conociéndolas y viviéndolas en el día a día podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea.

En nuestra Diócesis inauguraremos el Año Jubilar de la Misericordia el sábado día 12 de diciembre a las 12 horas en Segorbe. Nos reuniremos primero en la iglesia del Seminario para peregrinar juntos en procesión hasta la Catedral; allí tendrá lugar la apertura de la Puerta Santa, signo de Cristo, que nos invita a todos a pasar por ella para entrar en su infinita misericordia; dentro ya de la Catedral haremos memoria de nuestro bautismo y celebraremos la Eucaristía, haremos profesión de nuestra fe y oraremos por el Santo Padre y por sus intenciones. Todos estáis invitados a esta hermosa celebración. Os espero.