Casimiro López. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.
En este Año Santo de la Misericordia no podía faltar la Jornada del Jubileo en las cárceles. Las puertas de los centros penitenciarios no pueden excluir de los beneficios de este acontecimiento a quienes deben transcurrir en ellos parte de su vida. El papa Francisco desea que nadie quede excluido del encuentro con la misericordia de Dios y de ganar la indulgencia plenaria: los sanos y válidos lo harán peregrinando a las iglesias jubilares; quienes estén impedidos para hacerlo por edad o enfermedad podrán hacerlo en sus casas, residencias y hospitales. Y quienes están privados de libertad, lo podrán hacer en las cárceles.
En su carta con la que se concede la indulgencia plenaria en el Jubileo de la Misericordia escribe el Santo Padre: "Mi pensamiento se dirige también a los presos, que experimentan la limitación de su libertad. El Jubileo siempre ha sido la ocasión de una gran amnistía, destinada a hacer partícipes a muchas personas que, incluso mereciendo una pena, sin embargo han tomado conciencia de la injusticia cometida y desean sinceramente integrarse de nuevo en la sociedad dando su contribución honesta. Que a todos ellos llegue realmente la misericordia del Padre que quiere estar cerca de quien más necesita de su perdón. En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad".
Como Iglesia diocesana no podemos privar de una celebración especial de este Jubileo a estos hermanos y hermanas que se encuentran privados de libertad. Ya lo hicimos en el centro penitenciario de Albocàsser, el pasado día once de diciembre, en una entrañable celebración. Todos los presentes quedamos conmovidos al ver cómo la misericordia de Dios, que brotaba del corazón abierto de Cristo en la Cruz, tocaba el corazón de los internos. También en la cárcel de Castellón celebraremos el Jubileo el próximo domingo, día 24, donde, al contar con capilla propia, abriremos la Puerta Santa. Os ruego a todos que nos tengáis presente este día en vuestras oraciones.
Pensando en vosotros, queridos presos y presas, mi primer deseo es que la misericordia de Dios encuentre acogida en vuestro corazón. A pesar de vuestros delitos, por graves que pudieran ser y por los que estáis privados de libertad, os digo: Dios os sigue amando y se acerca a vosotros: Dios os perdona, si, arrepentidos de corazón, le pedís perdón y acogéis el abrazo de su misericordia. El perdón de Dios y la indulgencia os dará la paz necesaria para llevar con serenidad los duros momentos de vuestra privación de libertad. Quien se deja encontrar por la misericordia de Dios, experimenta la alegría de saberse siempre y personalmente amado por Dios: una alegría que nada ni nadie os puede quitar; una alegría que os ayudará a recuperar vuestra dignidad personal de hijos de Dios, una alegría interior que renovará vuestro corazón y vuestra vida, una alegría que os hará sentiros libres, incluso entre rejas.
La misericordia de Dios se os ofrece nuevamente para que produzca abundantes frutos de bien. Dios quiere salvar a todos sus hijos, especialmente a aquellos que, habiéndose alejado de él, buscan el camino del retorno. ¡Dios sale al encuentro con cada ser humano, en cualquier situación en que se halle! Dios espera de nosotros una aceptación confiada, que abra nuestra mente y nuestra voluntad a decisiones generosas, orientadas a remediar el mal causado y a promover el bien.
Todo tiempo es de Dios. También el tiempo de reclusión es de Dios y como tal ha de ser vivido; es un tiempo que debe ser ofrecido a Dios como ocasión de verdad, de humildad, de expiación, de fe, de conversión y de renovación. El Jubileo abre a cada uno una ocasión que no se ha de desperdiciar. Es preciso aprovechar el Año Santo para remediar eventuales injusticias, para subsanar cualquier exceso, para recuperar lo que de otro modo se perdería. La misericordia de Dios abre nuevas posibilidades para crecer en el bien y nuevas ocasiones de recuperación personal y social.