Casi 600 kilómetros separan a Sant Joan de Moró y a Nay, un pequeño y hermoso pueblo francés situado en los Pirineos atlánticos. Sin embargo, no hay distancia ni barreras idiomáticas o culturales que puedan separar el destino de dos poblaciones que han mostrado públicamente su deseo de encontrarse, de compartir y de caminar juntas.
En un mundo que está repleto de tensiones y de problemas entre países (mis respetos para el pueblo de Ucrania) por motivos políticos, geográficos, culturales o económicos, yo reivindico el acuerdo de hermanamiento como muestra de la voluntad de los vecinos de Sant Joan de Moró y de Nay de construir puentes donde otros los dinamitan, de estrechar lazos donde otros los destruyen, de buscar puntos de unión donde otros crean división.
Aplaudimos los puntos comunes entre ambos pueblos, pero también celebramos aquellos aspectos que nos diferencian y que nos permiten aprender unos de los otros, que nos ayudan a crecer como personas. El acuerdo de hermanamiento es la voluntad de muchos ciudadanos anónimos de Nay y de Sant Joan de Moró por reivindicar la amistad, el entendimiento y la solidaridad entre los pueblos, sin importar colores políticos, idiomas o credos.
Para Sant Joan de Moró, es un orgullo hermanarse con Nay y contribuir, desde la humildad y en la mayor de las modestias, a construir espacios para la convivencia y el entendimiento. Ahora se abre un mundo de posibilidad para unos y para otros, de intercambio y de colaboración. De aprendizaje.
Sant Joan de Moró es, ahora, más europea que nunca. Y más internacional.