Almassora no se rinde

Acabamos de despedir las fiestas en honor a la Mare de Déu del Roser. Una manifestación pública del sentimiento de nuestro pueblo, de la devoción por una patrona que nos une cada octubre.
Esta fe mueve montañas, supera barreras y nos hermana. Porque todos compartimos un mismo privilegio llamado Almassora.
Un pueblo que es sinónimo de esfuerzo, emblema de sacrificio y símbolo de solidaridad. Abrazamos a quien nos saluda y acogemos a quien llega.
Y estos valores que tanto nos identifican son los que movilizan a un pueblo que no se pliega ante la adversidad, que planta cara a las crisis y sonríe a la debacle con la garantía de superar problemas, por mayúsculos que se presenten.
Despedimos las fiestas con la ilusión puesta en un futuro de oportunidades. El que sabemos que merece un pueblo luchador que ha sido capaz de diversificar su economía para garantizar futuro a quien emprende y empleo a quien se esfuerza.
Esa ambición que tanto nos identifica es la que ha de ser capaz de mirar al mañana con una sonrisa. El cierre de nuestras empresas, como el último conocido de Azulejera Alcorense, con 78 afectados, se ha de enfrentar con soluciones eficaces. Con políticas que incentiven la creación de empleo, para revertir los datos que nos alertan de que entre enero y septiembre se han destruido cerca de 150 puestos de trabajo.
Hay otra forma de gobernar, la alternativa que escucha para resolver los problemas reales de los ciudadanos, la que aplica políticas reales a las dificultades reales de las familias. En Almassora tengo el honor de volver a encabezar este gran proyecto que es el de todos. Con el deseo de escuchar, de ser útil y eficaz, con humildad y esfuerzo, como mis padres me enseñaron.
Lo conseguiremos juntos. Como juntos hemos conseguido salvar momentos críticos para nuestro pueblo. Porque Almassora no se rinde y unidos seremos capaces de alcanzar el éxito. Merece la pena luchar por ello.