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domingo, 22 de diciembre de 2024 | Última actualización: 21:46

Pandemia políticamente correcta (PPC)

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Hubiera querido no tener que volver a hablar de la dichosa pandemia que tantos males está causando a España y al mundo entero. Ya saben que la cifra oficial de víctimas del virus a escala mundial es de 5,4 millones de fallecidos y a escala española, de 88.000. Insisto en que se trata de cifras oficiales.

Algunos estudios independientes y fiables, como es el caso del prestigioso semanario británico "The Economist", multiplicaba dicha cifra por más de tres, basándose en la diferencia de mortalidad entre cada uno de los dos años 2020 y 2021, es decir desde que comenzó a actuar el virus, y los años anteriores. El ejercicio da la cifra terrible de 17 millones de muertes.

Pero es que a esa espantosa cifra, hay que sumar el dolor producido, por cada uno de esos fallecidos, a sus familiares, amigos y a su entorno en general. También las consecuencias de quienes sobrevivieron la enfermedad pero quedaron afectados por sus secuelas. Así como igualmente las afecciones anímicas -depresión, inseguridad, temor- que marcan quizá a la mitad de la población.

Es decir, estamos atravesando una pandemia grave y que de no haber sido por el progreso de la ciencia y el hallazgo temprano de las vacunas, hubiera podido tener consecuencias aún mucho más letales. Si se hubiera comportado como la gripe de principios del siglo XX, estaríamos hablando de entre 200 y 400 millones de víctimas teniendo en cuenta el incremento demográfico conocido en los últimos cien años.

Y sin embargo mi reflexión de hoy era sobre otro aspecto menos dramático y doloroso de las pandemias. Se trata de ver cómo desde la muy mal llamada "gripe española", nacida en un hospital de los Estados Unidos e importada en Europa y en el mundo por los soldados que vinieron con la noble misión de defendernos en la Primera Guerra Mundial, señaló a un país -España- como responsable de los 50 o 100 millones de muertes causados por aquella enfermedad. Una acusación tan desacreditante como el influjo de la Inquisición sobre nuestro país, que ha planeado como un sambenito sobre nuestra marca hasta el día de hoy.

A partir de aquella pandemia, hace aproximadamente un siglo, la sociedad internacional ha sido mucho más cuidadosa al rotular las nuevas enfermedades globales, que se titularon ya fuera con los posibles orígenes animales -la gripe aviar, las vacas locas- o con títulos clínicos -síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA)-.

Es correcto que así se proceda si las epidemias nacen fortuitamente y no son responsabilidad de la mano humana. Otro asunto sería si se hubiera provocado voluntariamente en pruebas de laboratorio, como se especula que podría haber ocurrido en Wuhan.

Lo que resulta confuso es que aparte de la tragedia de esta pandemia, la OMS y todo el cuadro de virólogos, epidemiólogos y demás científicos nos bombardeen con teorías con frecuencia diferentes e incluso contradictorias y nos fuerzan a familiarizarnos con una terminología compleja para el vulgo que no haya estudiado griego o sea de ciencias desde que nació el Coronavirus o Covid-19, hasta la profusión de variantes tales como la Alfa, Beta, Delta Ómicron y las que vengan después. ¿Por qué se han saltado Gamma, Épsilon y otras letras?

Si se intenta ser políticamente correcto con la pandemia, mucho me temo que el esfuerzo está siendo en vano. China, el Reino Unido, la India, Sudáfrica están quedando en la memoria colectiva tanto o más que Covid-19, Alfa, Beta, Delta, Ómicron y etc.

Con la profunda gratitud al colectivo científico y en particular a quienes alcanzaron las vacunas en tiempo récord lo que en este momento es importante es que se nos explique convincentemente por qué muta tan fácil y rápidamente el virus, que cabría hacer para evitarlo (¿vacunación a escala global?) o cómo se explica que hasta ahora, sean los países más desarrollados -Europa y los EEUU- con una décima parte de la población mundial y con elevados niveles de vacunación las que concentran la mitad de las víctimas oficiales del mundo.

En lugar de responder a estas y otras dudas urgentes, el señor Sánchez, en vísperas de Nochebuena se reúne virtualmente con los presidentes autonómicos para decirnos que las mascarillas serán obligatorias si no puede asegurarse el metro y medio de distancia. Es decir, como antes.

Lamento tratar este asunto tan delicado en fechas tan hermosas. Seamos prudentes en los próximos días, celebremos recogidamente el cumpleaños de Jesús y no perdamos de vista el sentido de la Nochebuena, la Natividad, la Nochevieja, la llegada del Año Nuevo que marca el calendario cristiano, los Reyes Magos...

Feliz Navidad y un mejor año 2022.