La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-ASAJA) insta a la Conselleria de Agricultura, Ganadería y Pesca y a la Conselleria de Medio Ambiente, Agua, Infraestructuras y Territorio a que trabajen conjuntamente para que las plantaciones truferas en terrenos agrícolas de la Comunidad Valenciana sean reconocidas como cultivos agrícolas, en las mismas condiciones que el olivar o el almendro, en lugar de mantener su clasificación como forestales por las trabas que ello implica. Asimismo, la organización solicita una revisión de la orden 4/2015 de la Conselleria de Infraestructuras, Territorio y Medio Ambiente con el propósito de eliminar las restricciones de tamaño de superficie para la truficultura, tanto para zonas protegidas como no protegidas.
En la Comunidad Valenciana la truficultura es clasificada como un cultivo forestal sujeto a registro, de manera que si no están inscritas en plantaciones forestales temporales, al llevar a cabo la reversión agrícola esta comportará un trámite administrativo de cambio de uso, que si es denegado por parte de la Conselleria de Medio Ambiente, Agua, Infraestructuras y Territorio de pasará de manera directa a la consideración de suelo forestal. Esta reversión, si se lleva a cabo en un terreno de más de 25 hectáreas (10 hectáreas si es zona LIC, ZEPA, etc.) estará sometida a evaluación de impacto ambiental. Dicha circunstancia entra en contradicción con las ayudas agrícolas que ofrece la PAC, que clasifica la trufa como “cultivo de yema” y considera la unidad de cultivo de 18 hectáreas.
AVA-ASAJA valora estas medidas como significativamente lesivas para la truficultura valenciana y por ello pide un trabajo conjunto del Consell para que las plantaciones truferas cultivadas en suelo agrícola sigan teniendo la consideración de cultivo agrícola. De lo contrario, al someter la actividad agrícola a trabas burocráticas, estas suponen una devaluación de la propiedad con limitación de derechos sin indemnización al reclasificar terrenos agrícolas como forestales. Esta situación, unida a la falta de claridad sobre cómo seguir con la actividad cuando la plantación empiece su declive, genera incertidumbres desfavorables para las inversiones. Todo ello deriva en una merma de la competitividad, respecto a la truficultura en otras comunidades autónomas y países europeos en los que sí se reconoce su auténtica naturaleza agraria.
El experto en truficultura Santiago Reyna subrayó durante una conferencia organizada por AVA-ASAJA “el desacierto de esta clasificación teniendo en cuenta el carácter ecológicamente amistoso y sostenible de la truficultura. Es un cultivo favorable, con pocas necesidades de agua, fertilizantes y fitosanitarios, cultivado sobre árboles autóctonos que generan hábitats adecuados para la biodiversidad y contribuye al freno de los incendios forestales, así como al despoblamiento en zonas del interior”.
La truficultura, al igual que tantos otros cultivos, pasa por la domesticación de un árbol, se utilizan plantas generalmente del género Quercus sp. como las encinas o los robles, micorrizados con trufa negra mediante técnicas de biotecnología, se labra anualmente, se poda, se fertiliza, etc. Además, está totalmente contraindicado cultivarla sobre terrenos forestales donde la competencia de otras micorrizas es muy intensa. Reyna señaló que “no son las especies sino las técnicas lo que hacen una gestión agrícola o forestal”.