Con la llegada de la primavera, las zonas costeras de nuestro país y muy singularmente las bañadas por el Mediterráneo, reviven y despiertan después de los meses de invierno. Benicàssim es también uno de estos lugares que no permanece ajeno a la efervescencia primaveral que sugieren estos meses donde las horas de luz y sol nos hacen sentir más vitales, incluso, más alegres.
Somos muchos los afortunados de vivir en Benicàssim, y disfrutar de nuestra localidad los 365 días del año, pero nosotros también somos conscientes de que la llegada de esta época supone un renacer. Un renacer por partida…triple! Porque la oferta es tan diversa que nos permite encontrarnos con tres destinos diferentes en nuestra localidad.
Por una parte, el Benicàssim más tradicional y con el sentimiento más profundo nos puede llenar de emoción a través de la Semana Santa, con algunas procesiones que son verdaderos encuentros de fervor y religiosidad de nuestro pueblo. Pero también estos días vamos a encontrar ese Benicàssim casi estival, alegre, disruptivo, festivo, que sólo una tierra de espectáculos con tanta tradición como la nuestra puede sentir. El San San inaugura la temporada de festivales de nuestra localidad con una oferta musical abierta y variada que acerca la música a perfiles muy diferentes y logra atraer a jóvenes (¡y no tan jóvenes!) de lugares diferentes.
Por último, quienes me leen y conocen Benicàssim saben que nuestra localidad es un destino, sobre todo, de tranquilidad. Frente a otras fórmulas de turismo más masificado, el nuestro ha sabido siempre mantener esa potencialidad de gestionar su crecimiento sin aglomeraciones excesivas y sin ese desenfreno que tantas molestias podría causar. Benicàssim es calma, serenidad, observar el mar desde nuestras playas, es la mejor gastronomía, recorrer la vía verde, en definitiva, es desconectar-conectando con una forma de vivir que sólo quien conoce Benicàssim es capaz de entender.
Esto es Benicàssim, un mismo lugar, pero tres destinos distintos. Un sitio fantástico donde vivir y que debemos cuidar y preservar, pero tres destinos que requieren una atención permanente. Un lugar por el que merece la pena implicarse y trabajar para mejorarlo. No podemos dejar que Benicàssim pierda su esencia, pero tampoco podemos conformarnos. No podemos vivir en un letargo por culpa de una gestión municipal que no está a la altura, porque de nada nos servirá nuestro inmejorable entorno si no sabemos administrar bien lo que tenemos y aprovechar hasta la última oportunidad. Benicàssim vale por tres, y se merece todavía más.
