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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Jornada de la familia

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Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón

Este Domingo, dentro de la octava de la Navidad, celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia y la Jornada de la Familia. En Navidad, Jesús, el Hijo de Dios, se hace hombre para traer al mundo la bondad y el amor de Dios; Jesús nos ofrece a Dios, que es amor, y, a la vez, nos muestra quién es el ser humano: su origen y su destino no son otros sino el amor. El Hijo de Dios eligió para hacerse hombre una familia, allí donde el ser humano está más dispuesto a desear lo mejor para el otro a desvivirse por él y a anteponer el amor por encima de cualquier otro interés y pretensión. Con ello, Jesús nos enseña, sin palabras, la dignidad y el valor primordial de la familia. Con su vida y sus palabras, Jesús ha devuelto su verdadero sentido al amor, al matrimonio y a la familia.

Fiel al Evangelio de Jesús, la Iglesia proclama que somos creados por amor, para amar y ser amados, y que nuestra vida se realiza plenamente si se vive en el amor de Dios. En fidelidad a los gestos y palabras de Cristo, sus discípulos anunciamos la alegría, grandeza y belleza del amor en el matrimonio y de la familia; la relación entre el hombre y la mujer en el matrimonio refleja el amor divino de manera completamente especial. En el plan de Dios, la familia se funda en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, quienes, en su mutua y total entrega en el amor, han de estar responsablemente y siempre abiertos a la vida y a la tarea de educar a sus hijos. Mediante el sacramento del matrimonio, los esposos quedan unidos por Dios y con su relación de esposos son signo eficaz del amor de Cristo, que ha entregado su vida por la salvación del mundo.

Acoger y anunciar hoy el Evangelio del matrimonio y de la familia no es fácil. Vivimos en contexto ‘cultural’ de lo provisorio y del descarte, en palabras del Papa. Nos toca vivir en una sociedad desvinculada en la que prima el individualismo y el sentimiento, que hacen muy difíciles los compromisos estables. Falta, de otro lado, el aprecio por el matrimonio, la fidelidad entre los esposos, por la estabilidad matrimonial o por la natalidad. Aunque la familia siga siendo una de las instituciones más valoradas socialmente, no tiene el apoyo legislativo, económico y mediático que se merece.

Estos y otros muchos desafíos lejos de constituir obstáculos insalvables, se convierten en una oportunidad nueva; la propia familia puede encontrar en ellos un estímulo para fortalecerse y crecer como comunidad de vida y amor que engendra vida y esperanza en la sociedad. En la exhortación apostólica, Amoris laetitia, el Papa Francisco nos invita a todos los cristianos a proponer de un modo renovado e ilusionante la belleza, la verdad y el bien del matrimonio y de la familia.