Cuando en la mayoría de los hogares la conexión a internet era mediante módem de 56K y el RDSI ya existía el poker online o la ruleta
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Con el incremento que ha sufrido el interés por los juegos de casino en los últimos años (en parte un efecto halo causado por las apuestas deportivas), parece que se trata de un entretenimiento reciente y novedoso. Sin embargo, cuando en la mayoría de los hogares la conexión a internet era mediante módem de 56K y el RDSI era la única opción para poder atender una llamada sin perder la conexión, ya existía el poker online o la ruleta multijugador a través de internet. De entre todos los juegos que dieron el salto al mundo digital (dominó, parchís, solitarios, ajedrez), fue el poker el que antes acercó a los usuarios la opción de jugar contra otro usuario al otro lado del mundo utilizando su conexión a internet. Más adelante llegaron juegos como Diablo o World of Warcraft, que sin embargo tuvieron más éxito inicialmente en los cibercafés puesto que requerían una conexión más estable que las primeras opciones domésticas.
Otro de los servicios que ofrecieron antes que muchos otros (sobre todo antes que muchas tiendas) fueron los pagos online seguros. Con pasarelas de pago aseguradas contra fraude, no sólo brindaban al usuario la posibilidad de hacer pagos con tarjeta de crédito, sino que aprovecharon la tecnología que Tesla había creado para los pagos electrónicos (PayPal) y fueron de los primeros en implementar la opción de pago PayPal, una opción en la que los micro pagos no desentonan tanto como a través de tarjetas bancarias. Muchas apuestas son de cantidades inferiores a los 5€ y este sistema de transacciones económicas no sólo era más rápida y sencilla que el pago con tarjeta, sino que además facilitaba las operaciones entre diferentes países. Una de las cosas que más temen los usuarios en internet es que les roben, y de hecho muchos han preferido quedarse con las ganas de jugar o comprar por miedo a una estafa. En parte, los casinos en línea fueron de los primeros en quitar el miedo a los usuarios a operar económicamente a través de internet.
El dinero no es el único bien sensible de ser robado a través de internet: la identidad es un bien todavía más importante. La protección de datos ha sido todo un reto en los últimos años, pero para los casinos ha sido siempre un desafío en dos vertientes: una, evitar que los ciberdelincuentes roben identidades de jugadores y las vendan a otros, y dos, evitar ser ellos en sí víctimas de hackeo con intención de hacerse con la banca o de trucar los juegos a favor de un jugador en concreto. Cuando el dinero entra en juego, los intentos de hacerse con identidades aumentan exponencialmente. Sin embargo, su ciberseguridad frente a hackers ha ido siempre a la vanguardia de la tecnología, hasta el punto de ser copiada posteriormente por la banca online. Los casinos, precisamente por ser un objetivo goloso para los ciberdelincuentes, invierten grandes sumas de dinero en contratar a los mejores ingenieros y desarrolladores de software para mantener sus pertenencias protegidas.
Otro de los aspectos en los que el sector del juego se fijó enseguida fue en el hecho de que sus más asiduos jugadores no querían esperar a llegar a casa o a encender el ordenador para echar una partida a sus juegos online favoritos, por lo que se apresuraron a desarrollar apps para smartphones y tablets. Como muchos otros, lanzaron sus aplicaciones para una plataforma o para varias, en función de las facilidades que les pusiesen. Sin embargo, a veces es complicado penetrar en todas las plataformas a la vez, un handicap que los casinos online se apresuraron a superar lanzando versiones móviles de sus páginas web, completamente operativas, que supusieron algunos de los primeros diseños responsive en cuanto a juegos se refiere. Si bien habíamos descubierto algunos bancos o tiendas que adaptaban sus sitios si accedíamos desde smartphones, los juegos online no lo ponían tan sencillo. En el caso de las tragaperras, el blackjack o la ruleta, no se trata de ver lo mismo que en la gran pantalla con dimensiones reducidas, sino de una experiencia cómoda, igualmente visual y más ligera en cuanto a recursos, para evitar lag (desfases inoportunos) que puedan suponer una diferencia crucial entre ganar y perder.
