Guillermo Miró. Ingeniero Industrial.
Me encontraba leyendo historias sobre la guerra de las corrientes, uno de los grandes eventos tecnológicos del siglo XX, donde se discutía que tipo de suministro electricidad (continua o alterna) era la más adecuada para una conquista global, y dos grandes empresas se disputaban ese galardón, con sus ingenieros a la cabeza: General Electric, con Thomas Edison como cabeza visible y Westinghouse, con un Nikola Tesla lleno de ideas revolucionarias. Sin embargo, en todo este entramado aparece un español con una historia realmente increíble, de las que deberían contarse en las escuelas. En esta columna vamos a hablar de Mónico Sánchez Moreno (1880-1961), un personaje que subió a un barco en Cádiz el 12 de octubre de 1904 con 60 dólares en el bolsillo y destino a Nueva York. Tan sólo nueve años después, regresó de EEUU con un millón de dólares en el bolsillo, después de participar en la creación de los primeros teléfonos móviles, hace más de 100 años, y de inventar un aparato de rayos X portátil que salvó a más de un soldado en la Primera Guerra Mundial. Mónico Sánchez es un ejemplo de que, incluso con unas condiciones de inicio realmente desfavorables, es posible llegar muy alto, si se tiene tesón y ganas de triunfar.
¿Qué son condiciones de inicio desfavorables? Bueno, Mónico se crío en Piedrabuena (provincia de Ciudad Real), un pueblo donde el 75% de sus habitantes eran analfabetos a comienzos de siglo. Su padre hacía tejas con barro y su madre lavaba ropa por encargo en un pilón a cambio de unas monedas, y el chico se había criado descalzo ganándose la vida haciendo recados. Sin embargo, Mónico, espoleado intelectualmente por un viejo profesor de la escuela pública de su pueblo, descubrió la que sería la pasión de su vida: la electricidad. Así que decidió coger todos los ahorros que había ganado, comprarse un traje y emigrar a Madrid para estudiar ingeniería eléctrica, sin ni siquiera tener el bachiller elemental de la época.
Así, el joven llegó a la capital en 1901, en plena implantación del alumbrado eléctrico y de la electrificación del tranvía, y pudo ver la mejora para el mundo que suponía este nuevo desarrollo. Mónico estaba embelesado con la electricidad, pero su anhelada escuela de ingenieros industriales de Madrid estaba cerrada por huelgas estudiantiles. Entonces, tomó una decisión insólita para un pueblerino sin oficio: decidió apuntarse a un curso de electrotecnia a distancia, impartido desde Londres por el ingeniero Joseph Wetzler. Era en inglés, y Mónico no sabía ni una palabra de inglés. Aun así, siguió el curso por correspondencia de una manera tan rigurosa que el mismísimo Joseph Wetzler se puso en contacto con él, para recomendar al joven español para una plaza en una empresa de Nueva York, en el entorno de Thomas Edison. En apenas tres años de esforzadísimo estudio vía diccionario, Mónico Sánchez salía de un pueblo en el medio de La Mancha hacia la que se estaba convirtiendo en la capital cultural del mundo.
La semana que viene continuaremos con esta maravillosa historia de un personaje que mucha gente no conoce, pero que quizás debería estar a la altura de otros personajes ilustres. Como siempre, comentarios abiertos para sugerencias, ideas… Hasta la semana que viene.