Casimiro López. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.
Un año más celebramos el Día de la Iglesia Diocesana. La Jornada de este año tiene como lema: "Participar en tu parroquia es hacer una declaración de principios". El lema de este año quiere fijar nuestra atención en las parroquias, en cada una de ellas, que son como las células de nuestra Iglesia diocesana.
Todos y cada uno de los católicos pertenecemos a una parroquia, a una comunidad de fieles, a una familia de familias. Eso es en verdad la parroquia: una comunidad de fieles y no meramente un lugar donde se ofrecen servicios religiosos o se expiden certificados. La parroquia no puede entenderse como algo ajeno a cada uno de los fieles que la formamos: nuestra parroquia es nuestra comunidad, nuestra familia, donde debemos sentirnos en nuestra casa, como en nuestra propia familia.
La parroquia no es cosa de unos pocos; su vitalidad depende de todos y cada uno que la forman, como ocurre en las familias. Cuando uno se implica en la vida y en la misión de su parroquia, está haciendo una declaración de principios: la siente como propia, no le es indiferente, le preocupan sus actividades, su marcha, su vida y su misión..
La Iglesia, quiere vivir muy cercana a todos y ser sembradora de esperanza. Y eso ocurre a través de la comunidad parroquial que es la presencia de Dios en el barrio o en el pueblo, El anuncio del Evangelio, la administración de los Sacramentos y la atención espiritual, humana, caritativa y social que realizamos los pastores, los consagrados y los seglares, manifiestan y hacen creíble el infinito amor de Jesucristo a los hombres. En la parroquia encontramos a Jesucristo que nos cura, sana y salva, que nos da el sentido verdadero de nuestra vida y nos hace descubrir que el Evangelio es Buena Noticia para todos los hombres y a todos ha de llegar a través de nosotros. Es la parroquia la que nos acompaña en todos los momentos de nuestra existencia, sean alegres o tristes, porque es nuestra Madre, porque en su seno hemos nacido a la fe.
En estos momentos de profunda crisis económica, moral y espiritual, el acompañamiento y la ayuda de la Iglesia diocesana en las parroquias son de gran esperanza para una sociedad dolorida. Son muchos -y cada día más- quienes se acercan buscando orientación o consuelo, ayuda material o espiritual. Los católicos tenemos que ser personas dispuestas a escuchar, a acompañar y a ayudar como expresión de nuestro compromiso creyente.
Para que quienes acuden a la Iglesia diocesana o a las parroquias buscando ayuda puedan encontrar en ella una respuesta adecuada, es necesario disponer de los medios necesarios sean personas, espacios físicos y económicos. La colaboración económica de los católicos y de los que valoran la labor de la Iglesia es indispensable. En estas circunstancias, nuestra la colaboración es, más que nunca, expresión de nuestro compromiso eclesial. Todos tenemos que participar en la Iglesia y colaborar económicamente en su sostenimiento. Todos somos necesarios. Toda ayuda, pequeña o grande, será bienvenida y repercutirá en bien de todos, en especial de los más pobres. Las necesidades son con mucho mayores que las posibilidades. Tu parroquia y tu Iglesia diocesana cuentan con tu compromiso personal en su vida y en su misión y cuentan con tu generosidad económica. Comprométete, haz una declaración de principios.