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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

La Iglesia: misionera de la misericordia

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Casimiro López. Obispo de Segorbe-Castellón.

Este domingo, 23 de octubre, celebramos con toda la Iglesia la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund. El lema elegido para este año es ‘Sal de tu tierra’.

En el Jubileo de la Misericordia, el Domund nos invita a cristianos y comunidades cristianas a salir de nosotros mismos, de nuestras fronteras y de la propia comodidad, para ser discípulos misioneros del Señor y poner al servicio de los demás los propios talentos, creatividad y experiencia para llevar el mensaje de la ternura y la compasión de Dios a toda la familia humana. Es una salida que supone un envío y tiene un destino universal.

En virtud del mandato misionero de Jesús, la Iglesia se interesa por los que no conocen el Evangelio, porque quiere que todos se salven y experimenten el amor del Señor.  Ella tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios y de proclamarla por todo el mundo, hasta que llegue a toda mujer, hombre, anciano, joven y niño.

La pasión y la entrega de todo misionero tienen su origen en el encuentro transformador con Jesucristo, la misericordia encarnada de Dios, que les hace ser portadores de la misericordia de Dios a todos. Quien se encuentra personalmente con Cristo vivo, quien ha experimentado la misericordia de Dios en su vida, se convierte necesariamente en misionero suyo para anunciarle y llevarle a todos; el misionero sabe que Jesús “camina con él, habla con él, respira con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera” (Francisco, EG 266).

Los misioneros salen de sí mismos y de su tierra y van  al encuentro de todos para mostrarles a Dios, que es compasivo y misericordioso, con un amor maternal y entrañable y cercano. Con su vida entregada al Señor, sirven a los más pobres y necesitados y les muestran el amor cercano de Dios en el anuncio y en las obras de promoción humana, cultural y espiritual.

Por medio de ellos, la misericordia de Dios alcanza la mente, el corazón y la existencia concreta de cada persona. Los misioneros saben por experiencia que el Evangelio del perdón y de la misericordia puede traer alegría y reconciliación, justicia y paz.

La misericordia es identidad de Dios y también de la Iglesia. “La Iglesia es, en medio de la humanidad, la primera comunidad que vive de la misericordia de Cristo: siempre se siente mirada y elegida por Él con amor misericordioso, y se inspira en este amor para el estilo de su mandato, vive de él y lo da a conocer a la gente en un diálogo respetuoso con todas las culturas y convicciones religiosas” (Francisco).

Por ello, la Iglesia es hogar donde cada persona puede y debe sentirse acogida, amada y alentada a vivir la buena nueva del Evangelio. Y es, por ello, también la identidad del misionero, que acompaña con amor y paciencia a las personas, compartiendo su día a día.

El Domund es una ocasión privilegiada para que todos los integrantes del Pueblo de Dios tomemos conciencia de la permanente validez y la urgencia del mandato misionero de Jesús: “Id y haced discípulos a todos los pueblos” (Mt 28, 19). Un mandato y un envío que valen para todos los cristianos. La Iglesia, toda comunidad cristiana y todos los cristianos hemos sido convocados para ser enviados, para salir al mundo y hacer discípulos de Jesús. En el mandato de Jesús “id” están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia.

Esta Jornada debe servir también y sobre todo para renovar y potenciar nuestro recuerdo agradecido de los misioneros, para orar por ellos y ofrecerles nuestra ayuda  generosa: los misioneros, siguiendo la llamada del Señor, han salido de su tierra, lo han dejado todo y entregan su existencia para que la Buena Nueva de la misericordia de Dios resuene en todos los continentes.

Son muchas y, en algunos casos extremas las carencias y necesidades materiales de los misioneros en el cumplimiento de misión. Seamos generosos en la colecta de este día. No permitamos que nuestras preocupaciones particulares encojan nuestro corazón, sino que lo ensanchemos para que abarque a toda la humanidad.

Pidamos al Señor que suscite en nuestra Iglesia de Segorbe-Castellón nuevas vocaciones para la misión entre nosotros y en los países llamados de misión, para que no falten nunca testigos de la misericordia.