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lunes, 25 de noviembre de 2024 | Última actualización: 23:18

Teresa de Jesús, maestra de renovación de la Iglesia

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Casimiro López. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.

Con motivo del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, toda la Iglesia católica en España celebramos un Año Jubilar Teresiano, desde el próximo miércoles 15 de octubre hasta el mismo día de 2015. El Papa Francisco ha concedido gracias jubilares para todas las diócesis de España durante este Año Jubilar.      Teresa de Cepeda y Ahumada, Teresa de Jesús, nace en Ávila el 28 de de 1515 y muere en Alba de Tormes el 15 de octubre de 1582. Teresa fue una mujer adelantada a su tiempo, cristiana cabal y admirable, mística y andariega, reformadora y, sobre todo, santa. Le tocó vivir tiempos recios en la Iglesia y en el mundo, en especial la irrupción de la reforma luterana; y -como ella decía- "en tiempos recios, son necesarios amigos de Dios". Medio milenio desde su nacimien­to, Teresa de Jesús no ha pasado de moda; su ejem­plo sigue siendo válido y necesario para los creyentes de hoy y de todos los tiempos como fuente inagotable de virtud y de verdadera renovación y reforma.

La historia nos enseña que sólo los santos son ca­paces de superar las crisis. Teresa de Jesús, sacando fuerzas de flaquezas, unida esponsalmente a Jesu­cristo, reformará la orden carmelitana, fundará nuevos conventos, describirá como nadie las etapas y los estadios del alma y de su camino de perfec­ción, alcanzará la séptima morada del castillo interior y será para siempre maestra de vida y de oración.  La clave de la vida y de la obra fundadora y reformadora de Teresa fue su amor apasionado por Jesucris­to, hasta tal punto que Él le otorgó gracias y vi­siones extraordinarias.

Teresa de Ávila, una de las místicas más reconocidas, es una excelente maestra de oración. Orar es estar con Jesús, hablar con Jesús, tratar de amistad con El, que sabemos nos ama, aun estando muchas veces a solas. Ella nos enseña el camino de la ora­ción perseverante, el camino de la humildad, que es andar en la verdad, el camino de la cruz y el camino de la alegría. Precisamente por ello nos muestra el camino de la renovación personal, comunitaria y pastoral que nos pide hoy nuestra Iglesia para ser discípulos enamorados y misioneros ardorosos de Jesucristo. Las nuevas expresiones y los nuevos métodos que pedía San Juan Pablo II sólo pueden ser el resultado de un nuevo ardor. Ese fuego es el que nace en el corazón por el encuen­tro personal, renovado en la oración diaria, con el Señor Jesús, a quien Tere­sa reconoce como el Amigo verdadero y el Esposo fiel.

Como enseña el Papa Fran­cisco en Lumen fidei (n. 47), amar signi­fica mirar la realidad con los ojos del amado. Al contemplar a los demás como Cristo los ve, Teresa de Jesús se con­mueve por quienes, no participando de la alegría de la fe, se sumergen en la tristeza eterna. Ella se determina a pasar cualquier trabajo por ofrecer a sus her­manos el gozo de la salvación. Su contacto asiduo con el Resucitado lleva a la santa no solo a cambiar su vida, sino también a transformar las estructuras eclesiales para responder adecuada­mente a la modernidad. Esa es precisamente la tarea que los cristianos estamos llamados a afrontar en esta hora: una conversión que sólo es auténtica si es fecunda, si nos pone en estado de misión. La felicidad irradia, es contagiosa, y permite a cuantos nos ro­dean vislumbrar la belleza de Aquel cuya luz disipa toda tiniebla.

Que este Año Jubilar Teresiano nos ayude a todos a la renovación desde Cristo para salir con nuevo ardor a la misión.