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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 19:57

Transitar o morir

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Javier Más Torrecillas. Doctor y profesor de Historia Contemporánea de Universidad.

Ya no es sólo una sensación. Es algo que todos pensamos y que comienza a prevalecer entre los ciudadanos. España necesita iniciar el tránsito, la transición, el cambio, el paso a una nueva estructura democrática que sea capaz de limpiar y empezar de cero. Por qué hemos llegado a esta situación es el ejercicio que debemos, unos y otros, realizar. No sabemos hacia dónde vamos, aunque sí que intuimos hacia dónde queremos ir. Pero quizás nos aclare el futuro un análisis reflexivo de lo que nos ha llevado a esta situación.

Cuando una sociedad pierde referentes, lo pierde todo. Cuando una sociedad no tiene valores a los que agarrarse, lo pierde todo. Cuando esos valores se expanden por todos los rincones de la realidad viva de un país, lo pierde todo. Y no, no es el momento de echarle la culpa sólo a los políticos. Ellos son una imagen de lo que nosotros les hemos permitido.

La cultura ha ido dando tumbos desde los años ochenta en España porque todo el mundo miraba hacia otro lado. La cultura, sí. Ese gran término que lo engloba todo y que sirve de termómetro fiel de una sociedad. En España se aprobó la Logse con el beneplácito pasivo de la sociedad; se abrió las compuertas de la docencia a gente poco prepara y cualificada, ideologizada o simplemente sin referentes educativos; se premió la provocación y se elevó a los altares de un supuesto arte mientras se despreciaba la calidad creativa; nadie osó poner un pero a la mafia de la verdad progreta por miedo a no recibir el beneplácito de una sociedad adormecida; para no ser señalado por la mafia cultural, se prefirió mirar hacia otro lado mientras se manejaban miles y miles y millones de euros y se enriquecían unos pocos a costa de la falsa cultura. Aparecieron nuevas artes, nuevos personajes, nuevas ideas, todas ellas acolchadas siempre en el oro de los euros. Y los ciudadanos, pobres como nunca, pobres en dinero pero también en cultura, en formación, en valores, pagaban por ver un ballet con sonido de cd o por una minúscula comida deconstruida por un millonario chef.

Esa es la crisis real. La de la cobardía general. La de alejar la mirada de los problemas mientras los espabilados (que los ha habido siempre y en todo lugar) se enriquecían cada vez sin más miramiento que una sonrisa. Esa es la crisis que ha llevado a una situación insostenible para España. Ya no hay dinero para enriquecerse a costa del prójimo y todo ha saltado por los aires. Todo. Al menos tres generaciones irrecuperables. Toca partir de cero, reconstruirnos. Es el momento.