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sábado, 22 de febrero de 2025 | Última actualización: 14:30

Mas y la hoja de ruta hacia la independencia

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Santiago Beltrán. Abogado.

Artur Mas, situado en el borde del precipicio, ha tomado la decisión de seguir el viaje hacia ninguna parte y arrastrar con él, en su caída libre, a su partido CiU y al manipulado y desconocido pueblo catalán. Es cierto que la mayoría de los representantes políticos del ‘Parlament’ no solo comparten la deriva independentista del ‘President’, sino que le obligan a que cumpla, como un hombre de palabra, lo que de forma ciertamente titubeante ha venido manteniendo desde que se celebraron las últimas elecciones autonómicas. Porque Mas se ha venido expresando de forma contundente en el último año sobre la celebración del plebiscito de independencia, pero se le adivinaban ciertas dudas sobre el contenido de la pregunta a realizar, que esta semana pasada ha despejado. Posiblemente no le ha quedado más remedio que decidirse y anunciarlo, ante las presiones de Jonqueras y ERC y el resto de partidos, explícitamente separatistas. Aunque no hay que olvidar que Mas quiere pasar a la historia como el mesías que llevo a su pueblo al paraíso de la soberanía propia. Otra cosa distinta es que realmente sea él, quien finalmente, encabece la marcha y llegue, como líder, a pronunciar las palabras mágicas de la declaración de independencia, como Françesc Masià en el 31, lo hizo al proclamar que Catalunya era una República.

Ahora le queda lo más difícil. Recorrer su particular Gólgota, caerse una y mil veces, darse de narices contra la cruda realidad de un mundo global, levantarse para llegar al calvario de su propia crucifixión, como el cordero que voluntariamente ha elegido como único objetivo de su vida, sacrificarse por los demás, y fracasar estrepitosamente en el intento.

Dije en un artículo anterior, publicado en esta misma columna, en diciembre de 2012 (apenas unos días después de las elecciones catalanas)  que la hoja de ruta estaba trazada por ERC, con la única duda de conocer la fecha concreta de la celebración del referéndum. Ahora lo sabemos. Artur ha acatado las directrices republicanas y se ha convertido en títere de su propia egolatría, perfectamente manipulado por Jonqueras, que con su aspecto opulento y bonachón de San Bernardo le está guiando con paso firme, ofreciéndole a cada duda un sorbo del licor de su pequeño pero reconfortante barrilete, con el único fin de que siga en la brecha, como cabeza visible de un proyecto utópico, entre confundido y embriagado, por sus ínfulas de poder y los efluvios alcohólicos de su borrachera insensata. Pero Mas no conseguirá llegar al final. Su esfuerzo no alcanzará la meta y serán otros los que lideren e impongan la consulta soberanista.

La ruta le exige ahora una serie de idas y venidas a Moncloa, para intentar negociar lo innegociable. Frente a la rotunda e implacable negativa del jefe del ejecutivo, utilizará a su socio de coalición, el ínclito y ‘palaciego’ Durán –segunda víctima del proceso-, para solicitar la autorización del Parlamento del Estado ‘opresor’. Ante el nuevo y estrepitoso fracaso, solo le quedara la posibilidad de aprobar unilateralmente una ley de consultas populares, que será recurrida de inconstitucionalidad y suspendida por el Tribunal Constitucional. Tercer bofetón, no menos esperado que los anteriores e incluido en el vía crucis escogido, que, por fin, les ha de conducir a las milagrosas aguas de las instancias internacionales y mas concretamente a las de la Corte Internacional de Justicia, donde se intentará alcanzar un reconocimiento al estilo de la resolución de 22 de julio de 2010 –caso Kosovo-, donde se llegó a afirmar que la declaración unilateral de independencia de un pueblo respecto del Estado del que forma parte no vulnera la legalidad internacional, porque no hay norma ni doctrina jurídica internacional que diga lo contrario. Si el baño salvífico en el Tribunal de La Haya, definitivamente, no sirviera a los fines perseguidos, no quedaría otra que escoger la puerta de atrás del adelanto electoral y que las urnas se conviertan en improvisado juez y parte de la cuestión soberanista, a las que, lógicamente, se les daría cuerpo de plebiscito identitario. Y es ahí donde Mas y su coalición quedarán apeados de la locomotora que les conduce a la independencia, porque sin ningún género de duda la ‘esquerra’ republicana será la indiscutible vencedora, acaparando la voluntad útil de los catalanes.

Llegados a este punto, ERC y sus posibles socios (incluidos los que queden de CiU, aunque en una posición claramente desfigurada y sin ningún protagonismo) no perderán un segundo de su tiempo, en convocar el referéndum de independencia. Sabemos que PP y C’s no estarán por la labor, queda la duda del PSC, siempre tambaleándose en la cuerda floja de la indecisión entre ser autónomos del PSOE o la primera fuerza socialista del futuro Estado catalán.

Y con el resultado plebiscitario, favorable a la autodeterminación, será para echarse a temblar, porque nadie desde Madrid (o desde España en ese instante) será capaz de suspender la autonomía, el autogobierno, ni reemplazar a los cuerpos de seguridad catalanes por la policía y el ejército español. Tampoco nadie desde Catalunya tendrá la osadía de darse cuenta, en esa vorágine de exaltación patriótica, que el paraíso prometido al que aspiraban, en realidad es una absoluta mentira y la ruina irreversible, económica, social, política y cultural de una sociedad, antaño ejemplar, ahora perdida, aislada y empobrecida.