Diana Rubio. Politóloga experta en comunicación política, protocolo y eventos.
Estamos asistiendo al cambio del protocolo tal y como lo conocemos, el problema, es que la manera de llevarlo a cabo está produciendo más confusión que otra cosa.
Fue en los últimos días de 2013 donde protocolo y política se volvieron a entremezclar ante la mirada de todos los ciudadanos, esta vez atónitos al poder comprobar que la colocación de banderas tal y como expone la Ley 39/1981, una normativa primordial en los estudios básicos de protocolo, quedó suprimida por parte de los técnicos de Casa Real por un lado durante el discurso del Rey y de Moncloa en la comparecencia de final de año del Presidente del Gobierno por otro.
Las dos máximas instituciones políticas de nuestro país, tradicionales y costumbristas, han optado este año por liberarse de esas dos características a costa del protocolo, otorgando a la bandera europea una cesión por cortesía considerada por diversos profesionales del protocolo fuera de lugar en los discursos más esperados de final de año.
¿A que se deben estos cambios?
El protocolo da mucho, pero últimamente solo recibe contrariedades.
Mucho o poco han recapacitado acerca de lo que ese giro de tuerca protocolario conlleva, tal vez lo han visto como positivo. Cuestión en la que me parece que los responsables pertinentes no han pensado, es en la imagen que con esa manera de tomar a su manera la colocación de banderas de los llamados ‘protocolistas’, los técnicos en protocolo, ya que mas que positiva, resulta negativa e incluso podemos considerarla perniciosa.
Si ya hemos sido atacados por los abusos de unos pocos, ahora que cada uno interpreta la ley como quiere en las instituciones, el desprestigio de la profesión es cada vez mayor, una carrera necesaria y que tiene entre sus objetivo fomentar una imagen de unidad, respeto y orden que no es correspondida con lo visto en los últimos actos institucionales, que no representa el esfuerzo que supone llevar a cabo estas tareas protocolarias.
Estoy de acuerdo en que el protocolo debe ser flexible, y ocupar posiciones no protagonistas en los actos institucionales, pero una cosa es quedar en la sombra, y otra relegar la bandera española a una segunda posición cuando nos encontramos en territorio nacional.
Rompo una lanza a favor del protocolo, de sus características, de sus funciones y de sus profesionales, porque es necesario, porque sin el protocolo, los actos y eventos alrededor de las instituciones y organizaciones se convertirían en una autentica tierra de nadie.
En definitiva, en la balanza de la política y el protocolo, es el primero el que ostenta un mayor peso, donde será el segundo el dañado en favor de lo político, donde el equilibrio brilla por su ausencia, y donde las cuestiones puramente políticas, cerca de acaparar a la ciudadanía debido a la cercanía de elecciones o en una acción de dar el papel principal a Europa, abruman y alejan el necesario protocolo que es el verdadero protagonista a la hora de ejecutar estos actos institucionales.
Dignifiquemos el protocolo.