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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 11:16

LGTBIQ

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Jorge Fuentes. Embajador de España

Conforme la reflexión liberalizadora se desarrolla en la sociedad, las siglas del título crecen. Los más avanzados de mi generación, éramos conscientes de que entre las chicas había algunas (pocas) que eran L(esbianas) y entre los chicos, algunos eran G(ays), entonces se les llamaba de forma menos amable). Sospechábamos que algun@s iban a por todas y por tanto también los B(isexuales) resultaban identificables.

La identificación de las restantes iniciales, la T(rans), la I(ntersexual) y la Q(ueer), surgieron bastante más tarde, aunque de mis tiempos londinenses recuerdo una obra teatral de gran éxito, "The quare fellow" del dramaturgo irlandés Brendan Beham, en que se narraban las vejaciones que sufría un homosexual condenado a prision por su opción sexual, mientras que los presos del IRA eran tratados como héroes.

En los últimos días fue adoptada en España la Ley Trans según la cual cualquier adolescente a partir de los 14 años, puede decidir cambiar el sexo contando con la autorización paterna. El cambio se hará efectivo cuando a los cuatro meses el solicitante se reafirme en su decisión sin que sea necesario seguir revisión ni tratamiento médico alguno. A partir de los 16 años, tal transformación no requerirá el permiso de los progenitores.

Se trata de una ley que nace bajo la presión del flanco podemita del gobierno como una de las concesiones que el Presidente debe hacer a sus aliados de UP para mantener la cohesión de la alianza. Tengo la impresión de que el señor Sánchez una vez más se ha equivocado.

Con toda modestia diré que me siento un firme defensor de la libertad. Libertad para escoger pareja o no escogerla, para decidir el número de hijos o no tenerlos, para escoger la profesión, para cambiarla, para escoger residencia. También para decidir el sexo que uno desea tener y también el momento de la propia muerte. En esta última decisión, ahí está el suicidio que, en España, arrebata la vida de una decena de personas cada día.

Creo, sin embargo, que con las Leyes de Eutanasia y Trans el Gobierno ha abierto unas puertas que se prestan a un sinfín de errores y abusos.

De entrada, la Eutanasia está tropezando con la profesión que principalmente debe aplicarla -la médica- que, sujeta al juramento hipocrático, se niega mayoritariamente a convertirse en matarifes, cuando su vocación y sus estudios le comprometen en la dirección opuesta, la de salvar a sus pacientes y aplicarles cuidados paliativos hasta su muerte natural.

Por añadidura, la Eutanasia se presta a otros abusos por parte del entorno social que induzcan al enfermo a optar por una muerte prematura cuando aún sería posible prolongar la vida sin dolor hasta un final digno.

Respecto a la decisión de cambiar de sexo, de entrada los 14 y 16 años parecen edades prematuras para tomar semejante decisión de enorme trascendencia. Podríamos estar abocados a sucesivos cambios de ida y vuelta en jóvenes todavía confusos e indecisos en el frágil periodo de la formación de su personalidad.

Por esas y otras muchas razones, son pocos los países que han adoptado ambas leyes. En Europa, solo Dinamarca, Bélgica, Luxemburgo, Irlanda, Portugal y Malta admiten el cambio de sexo sobre la base de la simple voluntad sin tratamiento médico. En cuanto a la Eutanasia, son seis los países que la practican en el mundo aparte de España. El pionero fue Países Bajos en 2002 y tras él, le siguieron, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Colombia y Nueva Zelanda.

No está nada claro que España debía sumarse a figurar en esa reducidas listas en tan delicados asuntos. Aunque bien pensado, dada la configuración y la línea seguida por el actual gobierno, eso y mucho más resulta posible.