Jorge Fuentes. Embajador de España.
A lo largo de su Historia Moderna y Contemporánea, España ha conocido fuertes vaivenes políticos. La aventura americana fue gloriosa al lograr incorporar todo un continente a la civilización occidental, pero nos dejó exhaustos. Con todo, convirtió a nuestro país en protagonista de los siglos XVI y XVII --cuando el sol no se ponía en nuestros confines--, como Francia lo fue en el XVIII y Reino Unido en el XIX. La Revolución Industrial nos hizo perder definitivamente pié y entramos en el siglo XX sin colonias y desorientados.
En todos esos momentos, los españoles, el pueblo, los escritores, los pensadores, no permanecimos indiferentes a lo que estaba ocurriendo y así nacieron grandes críticos de la realidad que estábamos viviendo englobados en interesantes corrientes ideológicas. Primero fueron los Arbitristas del siglo XVI, los Proyectistas del XVIII precursores de los Regeneracionistas que durante todo el XIX marcan el contrapunto del desfallecimiento del país y que se articulan, en especial en el cruce desde la Primera República, hasta la Dictadura de Primo de Rivera y la Guerra Civil.
Ese medio siglo tiene como acontecimientos clave, el final de nuestra posición como potencia mundial por la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, la Restauración Monárquica, la efímera vida de dos Repúblicas y la larga de dos Dictaduras (la de Primo y la de Franco).
Reflejo de tales avatares políticos sobre la realidad socio-económica del país sería la desamortización de los bienes de la Iglesia que pasan a manos de latifundistas, el comienzo de desigualdades regionales con una burguesía industrial concentrada en el País Vasco y Cataluña y con la aparición de lacras tales como el caciquismo, la corrupción, el empobrecimiento del campesinado, el pucherazo electoral y con un trasiego constitucional que solo lentamente consigue aceptar el sufragio universal acabando con el censitario.
Teorías liberales venidas de centro Europa como el Krausismo y el Instituto Libre de Enseñanza, refuerzan el asentamiento del Regeneracionismo que tiene su epicentro en Aragón y Valencia. Joaquín Costa (Huesca 1846-1911), Rafael Altamira (Alicante 1866-1951) y José María Salaverría (Castellón 1873-1940) con sus obras “Oligarquía y Caciquismo”, “Psicología del pueblo español” y “Vieja España”, todos ellos precedidos por Lucas Mallada (Huesca 1841-1921) autor de “Los males de la patria”, son capaces de dibujar el escenario crítico de un país desnortado y que solo logra salir de la pobreza gracias a la “neutralidad de engorde” practicada durante la primera Guerra Mundial y que lamentablemente desembocó en la aparición de dos “Cirujanos de hierro” que muchos de aquellos autores reclamaban como solución a los aparentemente insolubles problemas del país.
Aquello fue el Regeneracionismo que ahora se reclama con insistencia debido a que muchas de los vicios denunciados en aquellos tiempos rebrotan hoy con llamativa similitud aunque con otras perspectivas. La España de hoy se parece a la de hace siglo y medio, en que hoy como entonces, el país está pasando una mala racha que, si antaño era estructural, confiemos en que la actual sea coyuntural. Las semejanzas radican también en que en los dos momentos surgen ensayistas, articulistas y tertulianos que desde todos los ángulos denuncian los graves defectos de nuestra sociedad.
Va a ser necesario reformar profundamente el país, limpiarlo de corrupción, fortalecer nuestra democracia delimitando y reforzando claramente sus tres poderes, enderezar la economía, recuperar nuestra dignidad nacional unificada y todo ello, sin recurrir a un nuevo cirujano de hierro sino a una fuerte y limpia democracia. Pero ni las circunstancias de hoy son las de antaño ni pueden ser iguales las soluciones.
Hoy España está integrada en la Alianza Atlántica que, desde su aparición, ha sido capaz de cortar cualquier tentación desestabilizadora o anarquizante. Lo que es más importante, España forma ahora parte de una Europa que, completada y bien trabada, con una Unión política, económica, fiscal y bancaria, tiene un gran futuro. Aún en medio de la actual crisis la Unión Europea es la entidad económica más potente del mundo, por encima de los EE.UU. y, por supuesto, de los países emergentes. Tras fases cíclicas de Europesimismo, Euroescepticismo, Europtimismo y Euroforia debemos llegar a un estadio tranquilo de estabilidad y equilibrio. Los 27 socios de la UE --a los que hay que sumar los restantes países aún extra-muros como los balcánicos y los vecinos del Este-- debemos configurar una entidad firme, sin rupturas de los actuales Estados, con una coordinación superior, con un liderazgo fuerte del Consejo y del Parlamento europeos y con una Política Regional que, basada en los fondos de cohesión y estructurales, consigan igualar hasta donde sea posible, el bienestar de cada una de sus regiones impidiendo tentaciones transfuguistas a la catalana.