Jorge Fuentes. Embajador de España.
Entre 1978 y 1982 estuve destinado como primer secretario en la Misión de España ante las Naciones Unidas en Nueva York. Mi mujer, nuestros tres hijos y yo vivimos cuatro años en Manhattan en el piso 17 de un rascacielos, un lugar que parecía poco indicado para niños de corta edad (el menor aterrizó en ‘La gran manzana’ con menos de un mes). Fuimos, sin embargo, muy felices allá hasta tal punto que, cuando años más tarde, fui nombrado Embajador adjunto en Washington, lo celebramos mucho entre otras razones porque ello significaba volver cerca de Nueva York.
Los hijos habían crecido pero afortunadamente seguían con nosotros y todos, de alguna forma teníamos aún la nostalgia de Nueva York, sentimiento que duró hasta que fuimos descubriendo los encantos de una ciudad-jardín como es la capital del Imperio, donde podíamos pasar muchas horas en contacto con la naturaleza y no con el asfalto. Nuestras dos hijas hicieron sus estudios universitarios en aquel país y allí formaron sus bellas familias que nos han valido cinco hermosos nietos medio americanos y medio europeos.
Todos los años pasamos al menos un mes en Washington, una ciudad diseñada en su origen por un jardinero y en la que se tiene la impresión de que, del gran bosque que era en su origen, se arrancaron los árboles indispensables para construir los hogares necesarios.
Washington D.C. no es uno de los 51 estados federales. Ocupa un enclave entre Maryland y Virginia y corresponde al Distrito de Columbia; de ahí que Washington venga siempre acompañado de las iniciales D.C. entre otras razones para distinguirlo del verdadero estado que es Washington Seattle, emplazado en la costa Oeste del país.
Quizá de los muchos puestos diplomáticos que he desempañado durante más de cuatro décadas, el más interesante es el que nos retuvo en aquella ciudad entre 1989 y 1993, los tiempos de Bush-padre y de Clinton. Cualquier funcionario que visitara, ya fuera en la Casa Blanca, en el departamento de Estado, en el Pentágono o en el Capitolio, me proporcionaba tan completa información que nuestros escritos eran válidos no solo para el Ministerio de Exteriores español sino para toda la administración y todas nuestras Embajadas.
Las Misiones en Washington eran siempre las más importantes para todos los países. La nuestra contaba con una docena de consulados generales repartidos por todos los EE.UU. y con una agregaduría militar que incluía a dos Generales, cuatro Coroneles y hasta 150 oficiales y tropa. Cada Ministerio del país tenía y tiene, su agregaduría en Washington. Para todos ellos, España adquirió en aquellos años una cancillería común en Pensilvania 24 a mitad camino entre la Casa Blanca y Georgetown, en un interesante edificio que es considerado como nuestra mejor Embajada en el mundo.
Desde Europa suele pensarse que los americanos son gentes rústicas y poco sofisticadas. Nada más lejos de la realidad. En pocos lugares del mundo hemos encontrado una sociedad tan esplendorosa como la washingtoniana y aun ahora, al hacer recuento de las más elegantes fiestas, los mejores restaurantes, las amigos más preparados, los encuentros profesionales de mayor nivel que he encontrado o en que he participado en mi carrera, creo que casi todos estaban en Washington. Y aunque para ver buen teatro, buena pintura moderna o escuchar buena música había que desplazarse a Nueva York --apenas cuatro horas de piloto automático--, la vida en Washington era y es insuperable ya fuera en el centro de la ciudad o en los numerosos distritos en que normalmente se vive en casas ajardinadas cerca de colegios, iglesias, centros comerciales, cines, cafeterías etc de forma que la vida es perfectamente posible sin apenas salir del propio barrio.
Estados Unidos está en crisis como lo está el mundo entero. El sistema americano está claramente basado en un capitalismo menos matizado por los logros sociales europeos. El sistema sanitario y de pensiones es más despiadado que el nuestro. Los Estados Unidos no es un buen país para ser pobre o débil. Pero no cabe duda que desde el prisma político, militar, económico, cultural y científico, los EE.UU. son la primera potencia mundial y que en cada uno de esos campos no sería difícil citar figuras destacadas norteamericanas; lo difícil sería encontrar algunas personalidades que no fueran estadounidenses.