Rafa Cerdá Torres. Abogado.
Este fin de semana tuvo lugar una de las más aberrantes convocatorias de los últimos tiempos. Aglutinados desde su infinito odio por la vida, un grupo de asesinos terroristas de la banda E.T.A. se dieron cita en un marco idóneo para sus atrocidades, el antiguo matadero de la localidad de Durango. Los asesinos, en un número cercano a setenta, dieron lectura, a través de un manifiesto, a un conjunto de consignas carentes de toda novedad política y alejada de la más mínima intención de enmienda. Bajo la excusa de una ideología política, se pretendió presentar las razones de todas sus condenas judiciales (asesinatos, secuestros y extorsión) como meras circunstancias sobrevenidas dentro de lo que eufemísticamente los terroristas y sus acólitos denominan "conflicto". Un atroz conjunto de crímenes y miserias escondidos bajo una retórica incapaz de esconder un reguero de cadáveres, sufrimiento y miseria.
Ponderando las distintas valoraciones a realizar sobre el encuentro de los terroristas excarcelados gracias a la derogación de la conocida como ‘Doctrina Parot’, y después de profundas reflexiones tras visionar una y otra vez, el cónclave de asesinos reunidos en un matadero, únicamente me siento capacitado para manifestar lo siguiente: “HIJOS DE LA GRAN PUTA”. No merecéis más que mi desprecio y espero que os pudráis en vuestro propio odio. Mi capacidad de análisis cesa ante vuestras miradas de odio y dureza. La única representación que ostentáis es la de muerte.
Sólo resaltar como símbolo de dignidad y valentía, el arrojo del periodista Cake Minuesa, el único presente de todos los profesionales de la comunicación presentes en el acto que interpeló directamente a los terroristas allí convocados, con estas punzantes cuestiones, que obviamente fueron respondidas desde el silencio: "¿Alguno os arrepentiréis y pediréis perdón?, ¿qué habéis ganando matando?"...
