Jorge Fuentes. Embajador de España.
Mi mujer y yo hemos pasado la vida viajando y ahora nos resulta difícil dejar de hacerlo. Permítanme que en media docena de artículos les cuente los lugares por donde nos movemos pero no esperen que lo haga desde un ángulo turístico sino más bien desde el prisma socio-político.
Hace unos días estuvimos de nuevo en Madrid, ciudad en que se encuentra nuestra casa y a la que desde hace muchos años volvemos desde donde quiera que nuestra profesión –o nuestra jubilación—nos haya llevado.
Madrid es una magnífica ciudad. Tiene el espíritu abierto característico de las muy grandes capitales y posee una intensa vida cultural, social y política. Nadie se siente extraño en ella porque, entre otras razones, muy pocos son madrileños de pura cepa.
Aparentemente, en Febrero de 2013, la ciudad estaba, como siempre, amable y confiada. Pero cuando uno se fijaba más, surgían algunas diferencias.
Voy a pasar de puntillas sobre ciertos detalles que por ser comunes a cualquier otra ciudad de España o de Europa, no serían característicos de nuestra capital: la proliferación de mendigos en las calles centrales, establecimientos cerrados, muchos pisos en venta o alquiler, tremendos descuentos en las tiendas (¡Hasta el 70%!), restaurantes con menús adaptados a todos los bolsillos, el azúcar racionado en las cafeterías de lujo, gentes mirando discretamente en cubos de basura. En fin, lo típico en tiempos de crisis.
Pero esta vez, en el azar de nuestras actividades rutinarias fuimos testigos de algo más que les cuento:
-Ya saben que desde hace un año, Madrid se ha convertido en un “manifestódromo” a razón de diez concentraciones diarias, en especial en las inmediaciones de la Plaza de Colón y de la sede central del Partido Popular. Pues bien, esta vez no había manifestaciones en ese lugar. Nos sorprendió favorablemente solo hasta que vimos que el PP y sus alrededores estaban literalmente blindados por policías que rodeaban el barrio de Chambery.
-Fuimos a almorzar a un restaurante popular de la calle Serrano. Al entrar casi coincidimos con un grupo de una docena de hombres y mujeres jóvenes, no mal trajeados, provistos con pequeñas pancartas con “No más recortes” y que pidieron al camarero acceso al lugar advirtiéndole que no pensaban pagar. Un breve diálogo “No puedo dejarles entrar”, “Pues no pensamos marcharnos”, “Consulto al encargado” y en dos minutos el piquete ocupaba una larga mesa y comía tranquilamente. Cuando mi mujer y yo acabamos el grupo seguía allí y en la entrada, una veintena de clientes habituales formaban cola . Aquella tarde hubo una gran manifestación frente al Ministerio de Educación. Nos preguntamos si todos los manifestantes habían comido gratis en Madrid.
-En estas fechas hay en la capital unas exposiciones de magníficas colecciones de Pintura Impresionista del Quai d’Orsay de París. Se desarrollan simultáneamente en la Fundación Mapfre y en el Museo Tyssen Bornemitza ambas salas situadas en el Paseo de Recoletos. La primera es gratuita, la segunda tiene un coste moderado. Pues bien, mientras Mapfre tiene una afluencia de visitantes que exige una hora de espera, en Tyssen no hay cola.
Las conclusiones deben sacarlas ustedes. Sobre el maravilloso Madrid en crisis, el Sabina de la “movida” hubiera escrito muchas letras de canciones: “yuppies” en apuros, señoronas mendigando, “Jockey” clausurado, restaurantes- legendarios que-no-requieren-reserva, hoteles-medio-llenos (o medio vacíos), políticos corruptos, banqueros forrados, jueces indecisos.
Pero Madrid seguirá siendo una ciudad extraordinaria y el poco de viento que se levantó al atardecer hizo ondear bellamente la enorme bandera española de Colón.