José Vicente Ramón Moreno.
Siempre nos han dicho nuestros mayores que no sabemos el bien que tenemos y, en general, tienen mucha razón. No hemos tenido que pasar las penurias de una postguerra y contamos con una calidad de vida aceptable.
Bien es verdad que esta crisis nuestra está resultando excesivamente prolongada, cansina y decepcionante porque aunque estemos haciendo esfuerzos no conseguimos ver resultados significativos. Pero un número elevado de personas no nos podemos quejar.
Sin embargo hay personas que tienden a quejarse por vicio. No tienen ninguna enfermedad grave ni ningún familiar en esas condiciones. Tiene trabajo, por lo menos, uno de los componentes del matrimonio. Tienen a sus hijos accediendo a todas las comidas, bien escolarizados y sin carencias graves. Están bajo un techo que, aunque les dé quebraderos de cabeza por su hipoteca, mantienen con cierta dignidad y tienen su utilitario para hacer su salida de fin de semana a visitar a la familia o al pueblo en el próximo puente que nos concedan.
A mí me resulta indignante que los que disponemos de una mínima comodidad nos quejemos, cuando hay familias que tienen a todos su miembros en paro, cobrando, como mucho, los famosos cuatrocientos euros al mes, o que tienen a alguien de la familia luchando contra un cáncer, o mil y una penurias que esta vida nos guarda para hacernos más fuertes o, si no lo soportamos, para hundirnos del todo.
Por todo ello hagamos callar a los primeros por su insultante queja ya que estoy seguro que esa calidad de vida que disfrutan no se la merecen, y apoyemos a los segundos en la medida que podamos que, mañana, nos podemos ver nosotros en esa situación.