Rafa Cerdá Torres. Abogado.
De nuevo la sociedad norteamericana se ve golpeada por la noticia de un atentado terrorista. En Boston, dos jóvenes han sembrado de miedo y muerte la celebración de un evento deportivo tan popular como una Maratón. Para un país acostumbrado a calibrar los acontecimientos desde una perspectiva de lejanía más allá de sus fronteras, el fenómeno terrorista, ha dejado de ser un titular de cabecera de las noticias, para convertirse en una triste realidad ocurrida en sus propias ciudades, afrontando que los propios norteamericanos son ahora las víctimas. Durante demasiados años, en España hemos sufrido las matanzas provocadas por el denominado "fenómeno terrorista", tenemos muy identificado el rostro de la bestia, que escondida en un ideario político, acribilló a todo disidente de sus planteamientos. Al terrorismo no se le combate con diálogo, si no a través de la firmeza de la democracia apuntalada con la fortaleza de la ley.
Sin embargo, no deseo centrarme en la lógica suicida de quien acomete una barbaridad, como la de poner cargas explosivas en la meta de una carretera popular. Ni tampoco entrar a considerar el esquema de radicalidad, que quiebra convertir en enemigo, a la sociedad que garantiza la libertad de los dos jóvenes autores del atentado en Boston. Caiga sobre ellos el peso de la ley, y que permanezcan encerrados entre rejas mucho tiempo.
La imagen que no puedo despegar es la fotografía del niño de ocho años muerto a causa de las explosiones, y cuyo único crimen consistió en esperar a ver llegar a su padre, uno de los miles de participantes inscritos en el Maratón. Tengo la inmensa fortuna de tener un sobrino llamado Nacho, con la misma edad que el chaval fallecido. Sólo imaginarme toda una promesa de vida, de proyectos y de experiencias por realizar, cercenada de un sola vez por la simple decisión de un criminal, sencillamente me paraliza. Nacho simboliza todo lo contrario que el mensaje de muerte que ha acabado con la vida del niño americano, el cariño, la entrega, la responsabilidad, el amor a la familia, la promesa de un hombre bueno,....Terroristas y malvados siempre habrán, pero si a los niños como a Nacho les educamos en la creencia que el Mal sólo puede ser vencido con mucho Bien, quizás los asesinos consigan provocar daño, pero nunca acabarán con la promesa de Vida que un niño conlleva.