Jorge Fuentes. Embajador de España.
El ‘proceso’, dicho en español, vendrá siempre vinculado a la magnífica novela inacabada de Kafka en que el insigne escritor checo procede a una crítica feroz del sistema judicial y no vendrá conectado al chapucero golpe de estado en diferido que intentan perpetrar algunos catalanes desde hace años y que por supuesto no se cerrará el 1-O. Espero que, igual que la novela, el ‘procés’ quede igualmente incompleto.
Se trata sin duda del hecho más grave que está ocurriendo en España desde la muerte de Franco y ahí incluyo asuntos tan serios como el 23-F, el terrorismo etarra y el exagerado paro estructural.
En una perspectiva histórica, el separatismo catalán -tildado de pacífico y civilizado- está resultando más difícil y correoso que el vasco y ello a pesar de las muchas víctimas que éste conllevó. Y es que el problema vasco era más transparente. Allí había malos y buenos, asesinos y víctimas y aun con concesiones resultó posible encontrar una cierta salida al problema, esperemos que definitiva.
Lo de Cataluña no es tan claro y muchos están siendo capaces de comprar el relato que han ideado los secesionistas catalanes y que aun cuando el 1-O no consigan dar un importante paso adelante, seguirán insistiendo sin que por el momento se vea un límite temporal al asunto.
Hemos oído decir muchas veces a miembros del PP que mientras ellos estén en el gobierno, Cataluña no será independiente ni habrá referéndum. No sé a ustedes pero a mi esta afirmación no me tranquiliza mucho. Me recuerda aquel dicho del vividor cuando sentencia que ‘Detrás de mí, el diluvio’. Porque es evidente que el PP no va a estar en el poder eternamente y nos tememos que según quien alcance el gobierno aquí puede pasar cualquier cosa.
Sin embargo, el Estado español está reaccionando correctamente. Las principales instituciones -el Rey, el Gobierno, el Tribunal Constitucional, la Fiscalía General, los partidos políticos constitucionales- se han manifestado clara e inconfundiblemente en favor de la unidad de España, como veníamos reclamando desde hace tiempo.
Particularmente importantes han sido las palabras de Felipe VI que ha comprendido no podía quedarse reinando de perfil mientras el país se desintegraba. A largo plazo es mucho más nocivo también para la Corona la dislocación de España que el desgaste que sufriría la Monarquía por implicarse en la gobernabilidad del país.
Digo que están respondiendo bien porque lo están haciendo con vigor creciente pero sin sobre-reaccionar. El ejemplo en que España debe mirarse no es en el de Gran Bretaña respecto a Escocia, ni el de Canadá ante Quebec, o el de Checoslovaquia o la antigua URSS.
Salvando distancias, que son muchas, el caso de España podría parecerse más al de Yugoslavia en que el presidente Milosevic quiso mantener la unidad del país, tuvo que enfrentarse a violentas guerras contra Croacia, Bosnia y Eslovenia y lo que era un solo país con casi un siglo de existencia acabó fraccionado en siete repúblicas. El propio Milosevic que luchó (inadecuadamente) por mantener la integridad del Estado, acabó sus días en La Haya, encarcelado por el Alto Tribunal, acusado de crímenes de guerra.
Un desafío de la magnitud del catalán debe manejarse con mesura y evitando comparaciones con delitos comunes. No es lo mismo romper un país que estafar al fisco, robar un banco o agredir a un prójimo. Son dimensiones diversas y requieren soluciones distintas, no solo de carácter jurídico sino también político.
Precipitarse a llenar las cárceles de sediciosos no haría sino fabricar víctimas y mártires que tensarían adicionalmente el ambiente. La inhabilitación de los responsables y las sanciones económicas pueden mucho más efectivas.
Mantener bien cohesionadas las tres fuerzas de seguridad -la Guardia Civil, la Policía Nacional y los Mossos d’Esquadra- es fundamental. Como también lo es aplicar los artículos adecuados de la Constitución, incluido el famoso 155, y hacerlo progresivamente y en la medida en que resulte necesario. Y, por supuesto, mantener unidos los partidos constitucionales cosa que, como estamos viendo, no está resultando nada fácil.
Por ejemplo, entra dentro de la mayor lógica vigilar los gastos de la Generalitat para evitar vayan destinados a la puesta en práctica de actividades ilegales como lo son todas las relacionadas directa o indirectamente con el independentismo.
El Estado gana por ahora todas las batallas: la legal, la económica, la internacional, la pragmática. Pocos creen ya en España y en el mundo que el referéndum esté dentro de la legalidad, nadie cree que una Cataluña independiente sería más próspera que la actual que exporta más a Murcia que a China y a Aragón que a Alemania. En que la caída del PIB rondaría el 30 % y el paro crecería en un 50%. Todos somos conscientes que si Cataluña saliera de España, automáticamente saldría también de la UE. Pocos dudan ahora quienes son los golpistas y los fascistas.
Y desde el punto de vista práctico, difícil va a ser organizar un referéndum si los separatistas no cuentan con afiches publicitarios, con urnas y con papeletas de voto. Con ello y con todo no es a excluir que el 1-O haya algún tipo de voto, en algunos lugar marginales, que las fuerzas del orden intenten frenar y que se produzcan escaramuzas y rifirrafes.
Esperemos que la sangre no llegue al río y miremos con serenidad a lo que sea posible hacer el día después.