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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Parot en Estrasburgo

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Cuando en 1977 España ingresó en el Consejo de Europa y nueve años más tarde en la Unión Europea, todos pasamos por alto algo que en los últimos años se está volviendo muy patente: la pérdida de soberanía, la necesidad de acatar las reglas del juego de los clubes a los que accedíamos, que eran diferentes y más estrictas que las nuestras.

Durante años, aquellas diferencias apenas se notaron pero desde que empezó la crisis y comenzaron a llegar a España hombres de negro procedentes de Bruselas, o desde que rebrotó el contencioso de Gibraltar  y –¡agárrense!- el Reino Unido nos denunció ante la UE; y en estos días cuando el Tribunal de Derechos Humanos dice que la doctrina Parot no es europea y hay que liberar e indemnizar a la terrorista Inés del Río por haber cumplido más sentencia de la debida, entonces sí caemos en la cuenta de que Europa nos resta soberanía.

Del Rio tiene 21 crímenes en su conciencia y ha cumplido 24 años de cárcel. Estrasburgo nos ha exigido liberarla inmediatamente e indemnizarla con 31.500 Euros por daños morales. Este precedente abre sin duda la puerta a otros 69 terroristas y 15 delincuentes comunes a los que se había aplicado la doctrina Parot. Buscaba ésta evitar que en virtud de beneficios penitenciarios, determinados criminales que crean alarma social pudieran verse liberados cuando el clamor de las víctimas estaba aun en las calles.

Estrasburgo dice ahora que tal doctrina no está en consonancia con las normas europeas de derechos humanos y sin posibilidad de recurso, la sentencia debía ser cumplida con carácter inmediato. Hay que recordar que el representante (que no juez) español ante el Tribunal, Luis López Guerra, nombrado en 2007 –por la fecha ya pueden imaginar quién lo colocó- es quien más ha presionado para que la sentencia fuera la que es. La terrorista ha sido liberada en 24 horas. En los próximos días seremos testigos de la reacción popular.

 Dos reflexiones al respecto:

 La primera es que un país con las anomalías que tiene España –terrorismo, paro masivo, centrifuguismo territorial, pervivencia en su suelo de colonias ajenas- se va a ver con frecuencia en apuros ante las instituciones europeas que le van a sacar los colores.

La segunda es que un país con las características del nuestro, un país ‘diferente’ por muchos conceptos debe tener al menos algo que el nuestro no posee: convicción en la defesa de sus propios valores. Hay otros estados en Europa que también son, como España, diferentes; en realidad casi todos son diferentes. Veamos el caso del Reino Unido. Posee éste una convicción profunda en su propia identidad. Mataron a dos terroristas en Gibraltar, la Primera Ministra reconoció que fue ella la responsable y se acabó la discusión; creyeron en su soberanía sobre las Malvinas a miles de kilómetros de su territorio y fueron a la guerra contra Argentina; si una sentencia europea no les gusta porque no encaja en su sistema, la ignoran.

Frente a lo que ocurre en el Reino Unido, en Alemania o en Francia, en España damos la sensación de no estar seguros de nuestros valores. Con Gibraltar no nos atrevemos por si detrás van Ceuta y Melilla; con el separatismo tampoco por si el proceso se acelera y se generaliza; con el terrorismo se ha llegado a una situación a la irlandesa pero por la puerta falsa y sin querer reconocerlo; el paro masivo en la décima potencia económica del mundo es una contradicción que deberá sernos explicada por los Nobel de economía.

La triste realidad es que tenemos una democracia de baja intensidad que a veces no llega hasta la base y otras no alcanza hasta la cúspide. A lo mejor otro día les explico esta incógnita geométrica.