José Vicente Ramón Moreno.
Estoy leyendo un periódico y me encuentro la fotografía del etarra Troitiño saliendo de la cárcel con una sonrisa de oreja a oreja. Sí, esa que no podrá mostrar nunca jamás ninguna de sus víctimas, esa que no pueden esbozar los familiares de estas cada vez que las recuerdan, esa que también tenían hace pocos días los miembros del ‘Comando Otazua’ durante su juicio por el atentado a la Casa Cuartel de Burgos porque saben que la ley (y sobre todo la interpretación de esta por los jueces) suele decantarse a favor del delincuente y del asesino.
Es infame que el Tribunal Supremo, por querer mantener una supuesta ‘dignidad’ cumpliendo la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, la aplique a rajatabla y no busque los diferentes caminos que tiene la interpretación de la Ley con recursos y apelaciones para que los asesinos permanezcan el máximo tiempo posible entre rejas sin la posibilidad de reírse de todos nosotros y de delinquir cuando quieran. Por el contrario se está excarcelando con una celeridad como si fueran hermanos o primos de los componentes del Supremo.
Y no contentos con esto, y en un alarde eufemístico, se permiten ‘aclarar’ que la exhibición de fotos de etarras no es apología del terrorismo sino ‘apoyo moral hacia los presos’, ‘alinearse con su ideología’, ‘expresar cierta sintonía personal o política’, etc.
¡Señores, que son asesinos!, ¡que no son presos políticos!, ¡que han matado o han colaborado para matar!, y eso nunca es política y, por tanto no pueden tener ese exquisito tratamiento.
¡A este paso les vamos a pedir perdón por los años de cárcel que ‘lamentablemente’ les hemos ‘obligado’ a cumplir. ¡MANDA C……!.
