José Vicente Ramón Moreno.
Esta semana no puedo, por menos, que mostrar mi gran indignación por el caso de la niña Asunta Basterra, china de nacimiento y española de adopción por los que, en su momento, debían ser dos ‘ejemplos’ a seguir entre sus conciudadanos de Santiago de Compostela. ¡Buena tajada sacaron en su periplo por los platós y estudios de radio en su día!
Él, Alfonso Basterra, afamado periodista y ella, Rosario Porto, reconocida abogada han sido ambos, siempre utilizando el eufemismo de ‘presuntos’, asesinos de su hija de 12 años con la despiadada intención de recibir los bienes que la niña heredó de su abuelo materno que no quiso dejarlos a su hija por considerarla una despilfarradora y viendo que la nieta, con su corta edad, ya despuntaba en sus estudios y en su forma de ser.
Curiosamente el abuelo murió el año pasado y la abuela el anterior, los dos fueron incinerados y las cenizas esparcidas por el mar. El médico que certificó las muertes era amigo de la indeseable. ¡Esto huele, y no precisamente a ceniza!.
Lo más indignante es el hecho de que les juzgarán, como máximo les ‘caerán’ treinta años y dentro de diez estarán en la calle la mar de felices, posiblemente disfrutando de los bienes que le correspondían a Asunta, y esta criando malvas.
¿Por qué no proponemos a nuestros políticos una revisión de las condenas y de los beneficios penitenciarios, para que no se puedan producir estos casos? Y sobre todo, que cuando salgan, no puedan disfrutar de los bienes que no les pertenecen bien por haberlos robado bien por usurparlos como en el caso que nos ocupa, o en otros por lo mucho que nos han robado a los ciudadanos desde sus puestos públicos.
Reclamemos ¡Justicia!, señores, ¡Justicia!
