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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Desconectados

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Juan Teodoro Vidal. Químico. 

Todo empezó con la invención de la agricultura. La vida dejó de ser nómada. La gente tuvo casas y vecinos estables. Trabajo estable. Luego se construyeron servicios comunes, lavaderos, templos, mercados, caminos, acequias, puentes y alcantarillados. Se había inventado la ciudad y con la vida ciudadana se incrementaron los lazos de unión entre los humanos. La organización del Estado, la recaudación de impuestos, el reclutamiento de mozos para el ejército, las leyes civiles y penales, las costumbres del comercio, originaron otros enlaces entre los ciudadanos, extendiéndose también al mundo rural, cada vez, progresivamente, menos aislado. La red eléctrica y la red de agua potable, luego la red del teléfono fijo, que finalmente se convirtió en la red del móvil y en las micro-redes wifi, son nuevas y modernas conexiones permanentes que nos unen como parte de un macro-organismo. Las bases de datos de los bancos, de la Seguridad Social, de la policía, de las grandes corporaciones, de los buscadores de internet, nos incluyen a todos de muy diversas formas. El macro-organismo ahora abarca todo el globo.

Estamos conectados. Y formamos parte del mismo ser los que queremos estar juntos y los que no queremos ni siquiera tener cerca.

La civilización es una inmensa red, y todo el proceso de la civilización ha supuesto un  acostumbramiento de las personas a mantenerse en contacto con otras muchas personas, que va siempre a más. No sabemos vivir sin ese contacto. Las modernas redes sociales, Facebook, Twitter, Whatsapp, el GPS que nos guía cuando conducimos y otras muchas, más sofisticadas cada día, extienden ese contacto fuera del ámbito de la relación directa persona a persona. Cualquiera que pasee por una gran ciudad puede observar como un número significativo de viandantes va consultando su móvil y contestando mensajes al tiempo que camina, mientras conductores observan el navegador para saber por qué vía llegar más rápido.

Parece un proceso irreversible. Pero también delicado y expuesto a riesgos. Si el sistema falla, como ocurre en casos de guerras o de desastres naturales masivos, la vida humana tal como se desarrolla ahora es sencillamente imposible.

En este momento, en el que el hambre y la enfermedad se combaten bastante eficazmente, la peor desgracia que se me asemeja es el de estar desconectados. En tiempo pasado, caer prisionero del 'enemigo' suponía la muerte. La esclavitud fue un avance humanitario para no acabar con la vida de los vencidos. La cárcel, fue un invento, horrible, para apartar de los 'buenos ciudadanos' a los que infringían las leyes. Pero hoy en día, alguien que no estuviera conectado estaría ya apartado del resto: sin teléfono, cuenta bancaria, ni trabajo, ningún contrato, ni seguro, ni pertenencia a ninguna red social del mundo real o virtual, sería un paria. Una pesadilla de película de ciencia ficción, de esas en que el futuro siempre sale desastroso y con polvo, sería imaginar que ya no habría red, y estuviéramos abocados a una vida 'primitiva', … desconectados.