Juan Teodoro Vidal. Químico.
No soy yo muy partidario de los ‘días de’. No me gustaban demasiado los días, eminentemente comerciales, de “el padre” de “la madre”, de “San Valentín”... Y entonces surge, desde ya hace años otro “día de”, En este caso de algo que es un sinónimo. Porque decir el día de la “mujer trabajadora” es decir la misma cosa dos veces. Basta con mirar a nuestro alrededor. Nuestra madre siempre estaba ocupada con los trabajos domésticos. ¿Qué ha cambiado?
Ahora todo es más fácil en casa que cuando las mujeres mayoritariamente se dedicaban a “sus labores”: una vuelta del mando y la vitrocerámica está en marcha. No hay que ensuciar el cazo para calentar leche. Los detergentes tienen anti-manchas para evitar frotar. La lavadora lava automáticamente toda clase de ropa, y la saca medio seca. La plancha es de vapor. El aspirador tiene watios suficientes para limpiar hasta la alfombra y hay que barrer menos. Gracias a la fregona nadie se arrodilla para fregar el suelo. Los frigoríficos tienen congelador, y así se puede planificar la compra para no tener que ir a diario a los “ultramarinos”. Los pañales para los bebés son desechables. En el súper hay mucha comida precocinada... Los trabajos domésticos se han facilitado bastante en una sola generación, permitiendo que alguna de estas labores, tradicionalmente femeninas, las realicen, alguna vez, sus parejas masculinas y ayudando también a la incorporación de la mujer al trabajo retribuido.
En cuanto a la sociedad, recordemos que hace 50 años las mujeres aún necesitaban un velo en la cabeza para entrar en una iglesia, como si de seres de menos categoría se tratara, tenían horarios restringidos para los trabajos, no eran el “cabeza de familia”, no podían divorciarse, siendo consideradas una posesión del marido, al que habían de obedecer, no estaba legislado el aborto en ningún supuesto. Incluso su vestuario se debía de acoger a los usos de la decencia entendida como forma de vestir. La sociedad también ha cambiado.
Con todo, en el ámbito laboral todavía es muy patente que los hombres ocupan en general mejores puestos, con mejores sueldos. Aunque las leyes ya garanticen equidad en los sueldos para trabajos equivalentes, sucede que hay más directores que directoras. Quizá la maternidad priva, como el servicio militar obligatorio hacía con los hombres antiguamente, la oportunidad de acceder a ciertos puestos que solo pasan una vez. Pero puede que sea más bien fruto de un modelo mental que no acaba de mejorar.
Una sociedad en que la mujer pueda realmente tener acceso, en igualdad de condiciones con los hombres, a empleos y sueldos, es una sociedad más rica y con mejores valores. Por ello, aun con mis reservas a los “días de”, y sin trazas de “feminismo”, pues no me gusta ningún “-ismo”, celebro (un poquito) el día de las mujeres trabajadoras, pero sobre todo los avances domésticos, sociales y legales en su favor, logrados en nuestra generación.