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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 18:13

La burbuja del fútbol

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Pascual Montoliu. Ha sigut capellà, professor d'antropologia i teologia, i tècnic comercial.

Las cloacas del Estado –central, regional y local- han tejido una tupida red de alcantarillas que son el sumidero por donde se desvanecen los cacareados intentos de reducir el gasto público. Para muestra, el vodevil de esta semana en que la Generalitat se ha convertido en la principal accionista del Valencia, y de su escolanía formada por el Hércules, el Elche y el Levante. En total, 118 millones de euros que debe soltar la Generalitat por haber avalado los créditos de aquellas sociedades anónimas. Cuando no se puede hacer frente al gasto farmacéutico ni a las residencias de tercera edad, faltaba ahora esta nueva taza de caldo en la factura.

Las deudas del Valencia son herencia del fallido pelotazo inmobiliario que, con la protección corrupta de los Ayuntamientos de Riba-roja y de Valencia y de la propia Generalitat, se quiso perpetrar en tiempos de la presidencia de Juan Soler. De esa época arrancan las pésimas cuentas del Valencia, que son una consecuencia de la burbuja inmobiliaria y de su traca posterior. La Comunitat Valenciana no puede permitirse el esperpento de cargar con las deudas del fútbol. En el debe de Camps hay que anotar esta fechoría contra lo que deberían ser las sagradas cuentas del erario público y que más parecen las cuentas de La Celestina.

En la civilizada Escocia, que antes de la crisis quería ser secesionista y ahora rebobina sus delirios de grandeza, el Rangers de Glasgow se ha precipitado en el sheol de la liga escocesa por no ser capaz de hacer frente a sus deudas. Aquí ocurre lo contrario. El Villarreal bajó a segunda con sus cuentas al día. En cambio, siguen en la cima los equipos más endeudados. A más deuda, mayor cumbre. Y dicen que los moros están al sur del Estrecho. Aunque a Madrid los Mourinhos nos llegan desde Poniente. Ya quisieran los del Sur percibir sus emolumentos.

No es de recibo que con seis millones de parados y un Estado al borde de la bancarrota, todavía nadie haya puesto coto a las cifras astronómicas del fútbol. Con más motivo, cuando los clubes ni pagan a Hacienda, ni a la Seguridad Social ni a las entidades financieras. Son morosos a quienes nadie desahucia, como ocurre a los curritos de las hipotecas. Cuando Publio Cornelio Escipión era edil de Roma gastaba los fondos públicos en pan y circo para aliviar en el pueblo la angustia provocada a los romanos por un Aníbal  que descendía amenazante desde los Alpes con sus cartagineses y elefantes. Así nos hizo Zapatero. En plena crisis y en medio de un ataque de cuernos de Cebrian, concedió a sus amiguetes de la Sexta los derechos televisivos del fúbol y, para garantizar el cobro de la adormidera del  panes et circenses, se juegan los partidos por turnos asegurando así las taquillas del TDT y arruinando, como daño colateral, el fútbol de los pueblos. Mientras, dicen que Cristiano Ronaldo anda depre. Se trata de la enfermedad de los ricos o, al menos, de a quienes nos sobra para vivir. Quien ha de luchar a diario para malvivir no tiene tiempo para esos lujos.

Alguien tendrá que pinchar esta burbuja. Otro riesgo para la prima. Que se lo digan a Fabra, el heredero de deudas contraídas en tiempos de vino y rosas.