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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 11:12

El anuncio del Evangelio de la familia

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Casimiro López. Obispo de Segorbe-Castellón.

Este curso pastoral está centrado en la proclamación de la Palabra de Dios que propicie el encuentro personal con Jesucristo vivo. Nuestra Iglesia diocesana se propone además anunciar el ‘Evangelio de la familia’porque el encuentro personal con el amor de Dios en Cristo Jesús nos lleva a "experimentar que el Evangelio de la familia es alegría que ‘llena el corazón y la vida entera, porque en Cristo somos ‘liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento’" (Amoris laetitia, 200).

En efecto: Cristo Jesús nos muestra el rostro amoroso de Dios y el verdadero rostro del ser humano, nuestro origen y destino, según el proyecto de Dios. Somos creados por Dios por amor y para el amor. Distorsionado y obscurecido este designio de Dios por el pecado, en Cristo queda renovada la creación entera; el ser humano y todas las dimensiones de su existencia han sido desveladas e iluminadas en su sentido más profundo por Cristo, y, a la vez, han quedado sanadas y elevadas.

En Jesús han adquirido también su rostro original el matrimonio y la familia. La raíz más honda del matrimonio y de la familia se encuentra en Dios, en su amor creador del ser humano, y, por ello, en la misma naturaleza humana. El matrimonio y familia no son creación humana, sino don de Dios. Dios crea por amor al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza; los llama al amor y a la comunión mutua, fiel y para siempre en el matrimonio. Dios mismo hace fecunda su unión amorosa en los hijos. “Los creó hombre y mujer y los bendijo diciendo: creced y multiplicaos, llenad la tierra” (Gn 1,27-28). En todo hombre y en toda mujer hay una llamada de Dios al amor y a la comunión interpersonal. El amor conyugal nace de la admiración mutua de un hombre y de una mujer ante la belleza y la bondad del otro, fruto de la llamada de Dios. Esa llamada personal de Dios les lleva a unirse en matrimonio para donarse y amarse totalmente y, como fruto de ese amor, ser padre y madre responsables y amorosos. De la comunión del hombre y de la mujer en el matrimonio surge la familia.

En nuestra sociedad posmoderna y secularizada, la familia sigue siendo la institución más valorada. Sin embargo, los matrimonios y las familias se enfrentan a múltiples crisis, peligros y amenazas. Desde su inte­rior, existe la dificultad de muchos esposos para crecer juntos en el camino que emprendieron el día de su matrimonio; la dificultad para crecer en el amor y en la fidelidad; la dificultad para que su amor conyugal esté siempre abierto a una nueva vida. Y, desde el exterior, existen presiones cultura­les, sociales y mediáticas así como leyes que ponen a prueba su identidad matrimonial y familiar.

Fiel a la misión de Jesús, nuestra Iglesia está llamada a anunciar el Evangelio íntegro del matrimonio y de la familia, tal como nos llega en la tradición viva de la Iglesia: un anuncio que ha de hacerse a todos los niveles y ámbitos intraeclesiales: en las catequesis de iniciación cristiana, en las homilías o en cursos de formación. Pero también estamos llamados a anunciarlo sin miedos ni complejos ante la opinión pública para mostrar la belleza del matrimonio y la familia según el designio de Dios. Sabemos que en la actualidad hemos de nadar contracorriente.

El papa Francisco nos pide en Amoris laetitia una pastoral familiar integral en la Diócesis y en todas las parroquias. Nos urge formar a nuestros niños y adolescentes, sobre todo y en primer lugar en la familia, en una cultura del verdadero amor humano, de la sexualidad, del matrimonio y de la familia. Nos urge ofrecer a los jóvenes la belleza del Evangelio del matrimonio y de la familia, para que no tengan miedo a unirse en matrimonio cristiano y a fundar una familia. De lo contrario, nuestros niños y nuestros jóvenes quedarán indefensos ante los slogans, que reducen la sexualidad a genitalidad, o ante la tentación de unir sus vidas sin matrimonio. Hemos de acompañar a los novios en su caminar hacia el matrimonio cristiano y a las familias cristianas en la superación de sus crisis y dificultades para que puedan acoger y vivir su matrimonio como signo que expresa y realiza el amor de Dios ofrecido en Cristo Jesús, que les da fuerza en su caminar diario. La situación nos urge, a todos y especialmente a los pastores, para que el Evangelio de la familia llegue a todos.