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lunes, 25 de noviembre de 2024 | Última actualización: 23:18

Servidores y llenos de misericordia

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Casimiro López. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.

El próximo domingo, Fiesta del Pilar, el Señor se mostrará una vez más grande con su Iglesia. Ese día ordenaré, D.m., a siete jóvenes de diáconos y a un diácono de presbítero. Son dones de Dios a nuestra Iglesia diocesana, que hemos de saber acoger con profundo agradecimiento.

Recordemos que diácono viene de diakonía, que significa servicio; el diacono es, por lo tanto, 'servidor'. Mediante la imposición de las manos y la oración consagratoria, el Señor resucitado, derrama sobre el ordenando su Espíritu Santo y le consagra diácono. Así es hecho para siempre signo e instrumento de Cristo, siervo, que no vino “para ser servido sino para servir”. Los diáconos habrán de ser con su palabra y con su vida signo de Cristo Siervo, obediente hasta la muerte y muerte de cruz para la salvación de todos. Todas las funciones del diácono se sintetizan en una palabra “servicio”: servicio en “el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad” (LG 29). En el centro de su servicio está el mismo Cristo Jesús, su Iglesia y todos los hombres para que encuentren en Cristo el Camino, la Verdad y la Vida.

La actitud de servicio es una de las características que nuestra Iglesia y nuestro mundo piden a los diáconos y a los sacerdotes, que en su día fueron ordenados diáconos para siempre. Para mantener viva esta actitud, los diáconos y los sacerdotes han de ser discípulos enamorados del Señor y ardorosos misioneros, de manera especial, para con los más débiles y necesitados. Es algo que debemos cuidar y aprender a vivir día a día con sumo esmero todos los ordenados un día de diáconos.

Nuestro Pueblo de Dios siente necesidad de pastores, que sean discípulos configurados con el corazón del Buen Pastor y misioneros ardorosos.  El principal trabajo de los pastores será, en efecto, cuidar del rebaño a ellos confiado para hacer comunidades de discípulos misioneros de Cristo y buscar a los alejados; nuestro tiempo pide de los sacerdotes que sean servidores de la vida, que estén atentos a las necesidades de los más pobres y que sean promotores de la cultura del encuentro, de la reconciliación y de la fraternidad. El Papa Francisco reclama de los sacerdotes dedicar tiempo a los pobres y salir a las periferias abandonadas reconociendo en cada persona una dignidad infinita. Esta actitud del servicio y de hacerse cercano no tiene como objetivo procurar éxitos pastorales, sino ser fieles a Cristo e imitar al Maestro, siempre cercano, accesible, disponible para todos y deseoso de comunicar Vida.

Junto a este acercarse a los pobres en todas las periferias de la existencia, es necesaria en los pastores la experiencia personal de la misericordia de Dios para ser también ministros de la misericordia Dios en el sacramento de la reconciliación. Sólo quien se reconoce vivencialmente un pobre pecador y experimenta la misericordia del Padre en la confesión, estará siempre dispuesto a ser ministro de la misericordia de Dios; el sacerdote se convertirá, a imagen del Buen Pastor, en hombre de la misericordia y la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos: crece en el amor de misericordia para con todos los que ven vulnerada su vida en cualquiera de sus dimensiones, como nos muestra el Señor. Seamos servidores y llenos de misericordia para con todos, y tengamos, como Jesús, entrañas de misericordia en particular con los pecadores y en la administración del sacramento de la reconciliación.