Casimiro López. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.
La Jornada del Domund, el domingo 20 de octubre, nos recuerda algo que es connatural a la Iglesia entera y a todo bautizado: la misión. La comunidad de los creyentes ha sido convocada por Jesús para ser enviada. Su misión consiste en llevar a todos los hombres de todos los tiempos la Buena Nueva del amor de Dios hacia todos los hombres, realizada y ofrecida en Jesucristo y en su Iglesia.
En el Año de la fe, esta Jornada tiene como lema: ‘Fe + caridad = misión". La fuerza misionera de todo cristiano y de toda comunidad cristiana dependen de la fortaleza de su fe y de su caridad. Como nos recordó Benedicto XVI: "No hay mayor obra de caridad que el anuncio del Evangelio". Durante este Año de la fe hemos tenido ocasión de avivar la fe y de redescubrir la alegría de creer para impulsar el anuncio del Evangelio. La fe es un don precioso de Dios, que abre nuestra mente y nuestro corazón para que lo podamos conocer y amar. Dios sale a nuestro encuentro, Dios quiere hacernos partícipes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de significado, sea más bella y mejor. Pero la fe necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el coraje confiar en Dios, de vivir su amor, agradecidos por su infinita misericordia. Ahora bien, la fe es un don que no es sólo para unos pocos, sino que se ofrece a todos generosamente; es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido. Si lo guardamos sólo para nosotros mismos, nos convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos. El anuncio del Evangelio forma parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia. "Una comunidad es “adulta”, nos recuerda el Papa Francisco, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a los “suburbios”, especialmente a aquellos que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo".
El mandato de Jesús,“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes” (Mt 28, 19) sigue siendo válido hoy. Y no sólo en los llamados ‘países de misión’; también nuestra tierra es país misión: crece el número de quienes desconocen a Jesucristo y, para muchos bautizados, Dios, Jesucristo y su Evangelio significan poco o nada en su vida. Jesús nos llama de nuevo a todos, comunidades y fieles cristianos, a reavivar nuestra conciencia y compromiso misioneros: es hora de anuniciar a Dios y su Amor. !Dios nos ama!. Es hora de anunciar a Jesucristo y su Evangelio sin complejos y sin miedos. Requisito básico para acoger la invitación del Señor es que exprerimentemos personalmente que Dios nos ama, que las comunidades vivan y transmitan el misterio del amor misericordioso de Dios hacia todos y que sean signos de este Dios para los hombres y mujeres de hoy. Es necesario también que los cristianos nos encontremos personalmente con el Señor Jesús, acojamos en Él a Dios que nos ama, aprendamos a amarle, vivamos la fe y la caridad. Este es el humus en que surgen las vocaciones a la misión. Quien acoge y experimenta el amor de Dios, se convierte en testigo de este amor para los demás. Este ha sido el caso de tantos hijos e hijas de esta Iglesia, que han desgastado sus vidas en la misión. El amor es la fuerza y el criterio de la misión. Ser misioneros significa amar a Dios con todo lo que uno es hasta dar la vida por Él para que otros lo conozcan y experimenten en su vida.